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Pablo y la mujer



PREGUNTA

“Saludos cordiales desde México. Mi pregunta es: ¿Cómo se debe interpretar la argumentación del apóstol Pablo de que la mujer no enseñe, dando como referencia que la mujer (Eva) fue la engañada y no el varón, en 1 Timoteo 2? ¿Y la cuestión, también de Pablo, de la mujer que se cubra la cabeza porque es gloria del hombre? Sepan que coincido con los conceptos que ustedes comparten, de administración compartida y de que ambos, varón y mujer, son imagen de Dios. Comparto la visión de que en la Biblia se trata con equidad a ambos sexos y me entristecen las interpretaciones machistas, pero quisiera claridad con estos pasajes”.

RESPUESTA

Apreciado amigo:

En realidad planteas dos preguntas. El asunto es más o menos largo así que contestaré en dos post distintos los asuntos que planteas. Partiré por lo aparentemente más difícil que es el asunto de la mujer “gloria del varón”.

Trabajo hace años en una serie de libros que espero este año poder publicar, es una trilogía que llevará por títulos:
  1. JESÚS Y LA MUJER, del cual he dado un adelanto en un artículo publicado en mi blog Al pasar las horas;
  2. PABLO Y LA MUJER, donde analizo cada uno de los versículos donde Pablo habla de la mujer;
  3. LA MUJER CORONA DE LA CREACIÓN. Donde establezco un paradigma bíblico para analizar a la mujer en términos bíblicos.
Esto me ha llevado por ya casi diez años a estudiar cada uno de los versículos que la Biblia menciona sobre la mujer y la aparente discriminación, que no es tal cuando se estudia con cuidado el texto, no de forma arbitraria, sexista y acomodaticia como se hace en muchos círculos que prefieren hacer eiségesis antes que dejar que el texto bíblico hable por sí mismo.

La epístola a los Corintios

Lo que mencionas sobre que la “mujer es gloria del varón” está en una perícopa del libro de 1 a Corintios (1 Cor. 11:2-12). La carta fue escrita por Pablo en Efeso (1 Co. 16:8) en respuesta probablemente a una epístola que había recibido desde Corinto (1 Co. 7:1) y por los informes de Cloe (1 Co. 1:11).

Corinto era una ciudad costumbres licenciosas. La deidad principal era Afrodita, diosa de la fertilidad y el amor. Cientos de prostitutas ejercían su oficio en el templo a dicha diosa. Esto es importante pues permite explicar algunos conceptos de la epístola.

Tres años después que Pablo partiera de Corinto diversos problemas motivan la epístola. En su carta se propone dos cosas, en primer lugar, reprochar la apostasía provocada por prácticas corruptas contrarias al evangelio; y, en segunda instancia, enseñar o explicar creencias y prácticas acerca de las cuales existen dudas.

Problemas del texto

Al analizar el texto tal como está escrito surgen una serie de preguntas:

  • ¿Qué tiene que ver el argumento de la “cabeza” con el concepto imagen de Dios presentado en el ver. 7?
  • ¿El mandato de cubrirse la cabeza tiene un sentido local o universal?
  • Si es local, ¿por qué razón lo indica?
  • Si es universal, ¿todos los cristianos en todos los tiempos deben seguir el mandato?
  • Si el varón es imagen y gloria de Dios, ¿cómo compatibilizar este texto con Génesis 1:27 donde se plantea que tanto el varón como la mujer son imagen de Dios?
  • ¿Cómo explicar que este sea el único texto de toda la Biblia que plantea este concepto?
  • Por otra parte, ¿cómo entender la idea que la mujer fue creada a causa del varón con Génesis 2:18 donde se sostiene que la “humanidad” –entendiendo varón y mujer- se necesitan mutuamente?
  • Finalmente, ¿cómo armonizar los conceptos precedentes con las ideas planteadas en el versículo 11 y 12 donde aparentemente se desdice de lo anterior?

El problema es que aparentemente hay contradicción con el mensaje de Génesis respecto a la relación del varón y la mujer. Además el concepto de Imagen de Dios sólo es aplicado en este texto al varón contradiciendo el planteamiento de Génesis. Y el apóstol presenta dos estados circunstanciales: “en el Señor” v. 11) y, tácitamente, sin el Señor.

Contexto histórico

Corinto era una ciudad cosmopolita. De ubicación estratégica para el comercio. Una serie de factores históricos son imprescindibles para entender las palabras de Pablo. Algunos son:

Cubrirse la cabeza. Entre los judíos era costumbre que las mujeres se cubrieran la cabeza con un velo como una prueba de que eran casadas, y también como una demostración de pudor. Sin embargo, esa no era la práctica entre las mujeres griegas las que Pablo escribe.

Raparse la cabeza. En tiempos de Pablo, sólo las mujeres relacionadas con la prostitución religiosa o de baja moral solían andar con su cabeza descubierta o rapada.

Interpretaciones al texto

Durante la edad media se usó este pasaje para justificar la idea que la mujer “estaba en una categoría similar a los animales” mientras que los varones “tenían almas, ellas no podían tener los poderes superiores de la razón, perspicacia ética, y conocimientos teológicos tal como el hombre”.[1] Este concepto sirvió de base para que durante siglos se negara a la mujer el derecho a la educación y se aceptara de manera tácita su inferioridad respecto al sexo masculino.

Cubrir la cabeza. El criterio histórico que ha imperado es sostener que en este versículo Pablo sostiene que la mujer debe demostrar subordinación al varón cubriéndose la cabeza siguiendo la costumbre que el cubrirse era señal de supeditación a un ser superior. Pablo habría usado el argumento porque algunas mujeres habrían pretendido en una nueva libertad en Cristo dejar de estar sometidas a sus esposos. Sin embargo, dicho concepto no tiene validez toda vez que no era una práctica entre las mujeres griegas.

Jerarquización. Otros autores –sin analizar el sentido morfo sintáxtico de la expresión “cabeza”, sugieren que en este texto Pablo está implicando un orden de “superioridad y subordinación”, cosa que no tiene sentido toda vez que el concepto cabeza tiene otro uso en el mundo griego al que Pablo se refiere (en otro artículo hemos explicado eso).

Otros, siguiendo la interpretación literalista del texto simplemente señalan que esta subordinación presenta un orden jerárquico que no admite réplica. La contradicción entre el principio de la mutualidad e igualdad expresado en Gál 3:28, 1 Co 7 y 1 Co 11:11-12 con 1 Co 11:3 algunos lo resuelven simplemente diciendo que hay dos órdenes de cosas, el espiritual donde los sexos son iguales ante Dios y el social establecido entre marido y mujer, donde el varón tiene preeminencia por sobre la mujer. Todo lo que no hace más que obviar lo que el texto dice y la contradicción que se presenta.

Gloria del varón. Este pasaje ha traído muchos problemas a los comentadores. En muchos ha primado la idea de que la mujer, es en cierto modo gloria de Dios, pero no de manera directa como el varón, sino de forma indirecta a través del hombre. Eso la obliga a dependencia por naturaleza por haber sido creada así y ser ontológicamente un ser inferior y dependiente. Otros incluso afirman que el varón es el que fue creado a imagen y semejanza de Dios y la mujer a imagen y semejanza del varón lo cual introduce el concepto de inferioridad por creación. Esta explicación simplemente es improcedente toda vez que Dios sería injusto y crearía con injusticia un sexo naturalmente subordinado, lo que contradice muchas porciones bíblicas.

Contexto del pasaje

En general en 1 de Corintios se presentan una serie de abusos y desórdenes, no sólo en el culto público sino en la manera de ver la religión, Pablo intenta corregir esos excesos y defectos. En particular los capítulos 11-14 se presentan algunos aspectos relacionados con la adoración, con especial énfasis al lugar que las mujeres ocupan en dicha situación.

El capítulo 11 comienza con una invitación: “sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” v.1). Sin embargo, dicho versículo constituye la conclusión del cap. 10.

Los comentadores coinciden en señalar que la idea central de la perícopa parte del versículo 2. Llama la atención que Pablo parte esta sección recordándoles a sus discípulos de Corinto acerca de la tradición.

Cada sección de la epístola tiene una intencionalidad. En el caso del capítulo 11, el contexto indica que Pablo tiene la intención de persuadir a los Corintios para estar unidos más que divididos en la adoración comunitaria.

Interpretación

A la luz de lo que ya hemos visto hasta aquí creemos que la clave del texto está en entender el sentido de los elementos mencionados en el texto. Una buena cantidad de comentarios señala que en estos pasajes Pablo se ocupa de los principios de decencia, decoro religioso y buen gusto dentro del ambiente, costumbres y maneras del tiempo cuando escribió y de la gente a quién escribió. Probablemente en esta aseveración esté la clave para entender sus palabras.

Pablo le escribe a gente real, con costumbres y formas de ver el mundo particular. Debemos entender su tiempo, para de ese modo entender lo que Pablo está intentando escribirles.

Pablo, está reaccionando, no para establecer un patrón universal de conducta sino en función de los conceptos peculiares de sus días. Esto es imprescindible de entender porque de otro modo podemos hacerle decir al apóstol lo que no quiso afirmar.

La clave para entender esta sección de Pablo está en el capítulo anterior donde el apóstol pide a los de Corinto: “no seáis tropiezo ni a judíos ni a gentiles ni a la iglesia de Dios” (1 Co. 10:32), y el texto “agrada a todos, no procurando su propio beneficio” (1 Co 10:33) lo que suena como un eco de “me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos” (1 Co 9:20).

Esto explicaría la razón por la cual Pablo no menciona esta idea del velo cubriendo la cabeza de la mujer en ninguna otra epístola, probablemente en Corinto existía un problema particular al respecto.


Términos claves del texto

Profetizar. Es evidente por el contexto que en este pasaje el profetizar se refiere a la predicación y a la enseñanza en público. Pablo señala esto tanto para la mujer como para el varón, lo que sin duda supone un elemento diferenciador con las costumbres de su tiempo.

Cabeza. El término que usa el original es la expresión griega kefale. El Antiguo Testamento usa la expresión rosh para referirse al gobernante de una comunidad (Jue. 10:18). Sin embargo, este uso no está en el lenguaje griego. Por lo tanto, Pablo no dijo en este versículo que el varón es el señor (kurios), palabra que habría tenido más sentido en un contexto de jerarquización.

En 1 Cor. 11:3 el concepto cabeza es usado en el sentido de fuente antecedente. Cristo procede del Padre. La mujer, por su parte, encuentra su origen en el varón en “interdependencia”. Si se sigue la lógica del relato del Génesis, el capítulo 1 y 2 hablan de “Adán” de una manera genérica. En la nueva etapa que se viven en Cristo, varón y mujer, o esposo y esposa, no son producto de un adam natural, sino un producto de un nuevo hombre, Cristo. Es el sentido que tiene la palabra en Col. 1:18 y 19 donde Cristo es el originador (kefale) de todo y es además la fuente (kefale) de la vida. Un significado similar se encuentra en Ef 4:15.

Pablo rompe el esquema sociopolítico de su tiempo al sugerir que ahora que conocen a Cristo las familias forman un núcleo distinto que tiene a Cristo como cabeza, lo que es contrario al planteamiento del “patria potestad” de los días de Pablo. El sistema de los días del apóstol, donde la preeminencia de todo la tenía el varón hacía del matrimonio algo inestable. La impunidad en la cual podía actuar el varón sin ningún tipo de restricción hacía que la mujer se viera sometida a los más increíbles abusos sin que pudiese hacer algo al respecto. Por eso el llamado del apóstol adquiere un sentido totalmente opuesto a su entorno. El hace un llamado al varón y a la mujer para unirse en una sola carne, cabeza y cuerpo, y ambos como miembros del cuerpo de Cristo (Ef 5:30-31; 1 Cor 11:11-12).

Orar con la cabeza cubierta. Hay quienes afirman que dicha práctica está relacionada con la costumbre judía de llevar un chal de cuatro puntas sobre la cabeza cuando oraban o hablaban en el culto. Pero, no hay evidencia que dicha costumbre estuviese en los días de Pablo totalmente extendida.

Cubrirse la cabeza. Algunos comentadores sugieren que es probable que algunas mujeres al hablar en público pretendiesen hacerlo con la cabeza descubierta a la manera de los varones, lo que en el contexto de Corinto y las costumbres locales habría traído problemas a la Iglesia.

Jerarquización. Como ya se ha visto, si se establece el criterio textual que el versículo presenta, entonces hay un orden jerárquico en la creación: Dios-Cristo-Varón-Mujer en la cual los tres primeros son “cabeza” del que sigue. Sin embargo, si se sigue el criterio de buscar el sentido primario que la palabra tenía para los griegos receptores de la carta, entonces, se debe comprender este planteamiento no como un orden de jerarquización sino como “fuente” u “origen”.

Gloria del varón. Pablo pareciera negar que la mujer fuera imagen de Dios, pero en realidad no está hablando de eso. Sin embargo si se toma el argumento de Pablo de manera literal sólo el varón sería imagen de Dios y no la mujer, por lo tanto evidentemente está hablando de otra cosa.

La clave de toda la sección

La clave de toda la sección es la expresión: “En el Señor”. Pablo presenta un contraste entre lo que se afirma cuando no se ama al Señor y cuando se ha subordinado la vida a su nombre. En Cristo el varón y la mujer se complementan mutuamente. El principio que vale es el establecido en Gálatas 3:28 en Cristo “no hay varón ni mujer”, el contexto de la “una nueva creación”. Lo que Pablo está afirmando con esta expresión es que el varón no puede existir sin la mujer, ni la mujer sin él; ambos son incompletos el uno sin el otro. En el contexto paulino, dicha afirmación debe haber sonado revolucionaria, no sólo para judíos, sino también para los griegos.

Por lo tanto, los conceptos que presenta antes de esta expresión es lo que sucede “sin el Señor”. Cuando se conoce a Cristo todo es diferente.

Es evidente que Pablo está llevando dos líneas de argumentación. En primer lugar una clara diferenciación de los sexos, usando los argumentos de Gn 1:26-27 y por otro lado, recrear a la mujer teniendo una autoridad igual a la del varón.

Lo que Pablo está afirmando en el versículo 12 del capítulo 11 es que la iglesia no hay semejante costumbre universal, y la mujer tiene derecho de elegir (1 Cor 11:10). El mandato tiene sentido, sólo para no herir sensibilidades de otros. Pablo establece un contraste entre su tradición religiosa particular (judaísmo) y la nueva etapa en Cristo estableciendo un nuevo paradigma para las relaciones humanas que tiene como trasfondo a Cristo Jesús y su enseñanza que en el Señor existe el principio de igualdad. Lo que viene a corregir la costumbre estableciendo un nuevo correlato que se resuelve con la fórmula: “En el Señor”.

En otras palabras, establece lo que sucede “sin” el Señor y “con” el Señor. Actitudes sin ningún tipo de jerarquización ni descrédito de un sexo hacia otro.

Conclusión

Al indagar sobre este capítulo hay una serie de ramificaciones, en algunos casos inexploradas. Por ejemplo, la relación de los argumentos de Pablo con la religión griega, especialmente el culto a Afrodita; las costumbres judías del tiempo de Pablo en general y de Corinto en particular. Otro problema que está en el tapete de la discusión y aún no se resuelve completamente en el mundo erudito es sobre la posible interpolación en este capítulo de ideas posteriores a Pablo que reflejan un problema misógino, etc.

Algunas de las conclusiones a las que llegamos de manera parcial son:

En primer lugar, que mientras no existan conclusiones definitivas no podemos analizar el texto como si fuera una interpolación. Por lo tanto, es fundamental intentar explicar el texto como una unidad.

En ese sentido, el apóstol está planteando una situación de excepción dada la difícil discusión que se ha presentado en Corinto en relación a la forma de adorar. El sugiere una forma de adoración que incluye el cubrirse la cabeza para no ser escándalo a quienes ven al cristianismo con sospecha, seguramente hebreos de Corinto.

En segundo lugar, hace eco de los argumentos de la época en relación a la relación del varón y la mujer, sin embargo, establece con claridad que “en el Señor” se produce un estado que rompe dicha relación de “sumisión/sometimiento/superioridad”.
En Cristo el modelo de las relaciones humanas es otro, por lo tanto, deducir de este texto que la “mujer es gloria del varón” por lo tanto inferior, es no entender, lo que pretende mostrar Pablo la nueva vida “en el Señor” que rompe con ese paradigma que nada tiene que ver con la equidad y las relaciones de igualdad que debe haber entre varón y mujer que han aceptado a Cristo como salvador personal.
Referencia

[1] William F. Orr y Walther, James A., 1 Corinthians: A New Translation (New York: Doubleday & Company, Inc., 1976), 262.

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Tal como en las otras respuestas, publicamos la misma con autorización de la persona involucrada. Sin embargo, quienes nos preguntan a través de nuestro blog, asumen la autorización explícita para publicar la respuesta en el mismo sitio. 

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Boda, vestido blanco y fariseos


PREGUNTA

“Apreciado pastor, hasta hace algunas semanas atrás era la mujer más feliz del mundo, todo parecía estar por fin poniéndose en orden. Soy madre soltera, mi hijita tiene siete años. Sé que cometí un gran error, que me involucré sexualmente en el momento no debido, pero no me arrepiento de haber tenido a mi hija, ha sido el mayor regalo que me ha dado Dios. Nunca pensé en casarme, estudié con mucho sacrificio y salí adelante, pero en la universidad conocí a un joven diferente, me enseñó de Jesús, me bauticé y tiempo después nos pusimos a enamorar. Finalmente, luego de dos años decidimos casarnos. Él ha sido una bendición en mi vida, ama a mi hija, mis padres lo quieren y me ha dado muchas alegrías. Comunicamos al pastor que nos íbamos a casar, todo iba bien hasta que un día le dije de manera natural y casual que andaba buscando mi vestido de novia, feliz yo, y él me miró con cara de reprobación y me dijo de una manera cortante: “Supongo que no estás pensando en casarte de blanco”. Yo me quedé muda, porque, para empezar nunca me plantee otra cosa, creo que Dios me perdonó, y sin darme tiempo a reaccionar él me dijo de manera seca que si decidía casarme de blanco, que me buscara otro lugar, porque él no oficiaría la boda. Luego, él comunicó el asunto a algunos ancianos de la iglesia y lo que he visto en las últimas semanas ha sido reprobación y miradas acusadoras. Nunca esperé eso. Lo que debía ser el momento más feliz de mi vida se está transformando en una pesadilla y realmente no sé qué hacer. Mi novio también está muy enojado y él dijo que aún cuando me permitan casarme de blanco, él no quiere que ese pastor nos case ni estar en esa iglesia. Lo que iba a ser un momento feliz se ha ensombrecido. Estoy muy triste y no sé qué hacer. Mis padres que no son de la iglesia no saben esto, temo decírselo porque sé que no lo van a entender”.

RESPUESTA

Apreciada amiga:

Cuando leo cartas como la tuya me dan ganas de llorar. No de emoción sino de impotencia. Siento un nudo en la garganta en este momento al contestarte. No sé en qué momento dejamos de ser seguidores de Jesús para convertirnos en fariseos fríos, cortantes y despreciativos de otros humanos.

Te pido perdón a nombre de todos los pastores y quiero decirte que hay muchos que no somos de la secta de los fariseos, muchos luchamos por representar a Cristo y no a las formas muertas y legalistas que están matando el verdadero espíritu del Salvador. No sé si mi carta llegará tarde, no sé en qué lugar vives porque no me lo dices, pero sí yo pudiera iría a casarte con la mayor alegría del mundo y sintiendo que los ángeles aplauden, porque no hay mayor alegría para el cielo que un pecador se arrepienta y que se celebre su transformación.

Blanco como la nieve

Un sinvergüenza como David, que fue un violador, acosador, mentiroso, conspirador  y cómplice de asesinato, hipócrita, blasfemo, simulador,  chismoso, maltratador y pervertido, se arrepintió y oró a Dios: 
“Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu inmensa bondad, borra mis transgresiones. Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado. Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado. Contra ti he pecado, sólo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia es justa, y tu juicio, irreprochable.  Yo sé que soy malo de nacimiento; pecador me concibió mi madre. Yo sé que tú amas la verdad en lo íntimo; en lo secreto me has enseñado sabiduría. Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve” (Sal. 51: 1-5 NVI).
Es una de las oraciones más hermosas de la Escritura y ¿sabes qué? Dios lo perdonó. Siguió siendo rey de Israel y aunque el resto de su vida vivió algunas consecuencias desagradables de su pecado, pudo gozar del privilegio de vivir en paz con Dios y con su pueblo, que supo perdonarlo al igual como lo había hecho Dios.

Comparada con David, tú eres un ángel. Sé que no hay pecados grandes o pequeños para Dios, pero, estoy seguro que si David apareciera hoy le cederíamos los púlpitos y le pediríamos que diera su testimonio de restauración y nos hablara de esa oración tan hermosa, que tanta paz ha traído a millones de personas.

En el mismo tenor, Isaías escribió tiempo después: 
“Vengan, pongamos las cosas en claro dice el Señor. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana!” (Is. 1: 18 NVI).
Cuando somos perdonados por Dios, nuestros pecados quedan blancos como la nieve. Eso significa que Dios quita el estigma. No hay más mancha. Toma nuestros errores y nos guía para que aprendamos de ellos y no andemos castigándonos permanentemente por habernos equivocado.

La Biblia dice que Dios es misericordioso y se compadece de nosotros y arroja al fondo del mar todos nuestros pecados” (Miq. 7: 19 NVI) y pone un letrero que dice: “Prohibido pescar”, el mismo que no ven los fariseos pues vuelven una y otra vez al mismo lugar donde el Señor ha vertido nuestros pecados para sacar nuestros errores del pasado y restregárnoslos en la cara.

Has sido perdonada. Tus pecados han sido limpiados. Dios ha tomado tu pecado y lo ha tirado al fondo del mar. Casarte de blanco, es en tu caso, un testimonio de restauración. Le puedes decir a todos: “Estaba en el lodo cenagoso y Dios me ha levantado y me ha convertido en su hija predilecta”. No le hagas caso a los fariseos que no aceptan el perdón redentor del Señor. No caigas en las redes de quienes no creen en la redención. Cásate de blanco, con la frente en alto, con una sonrisa de oreja a oreja y con tu hijita de la mano.

La historia del vestido blanco

Aunque el color de las prendas nupciales varía de una cultura a otra, en Occidente generalmente se utiliza el blanco, en sus diferentes tonalidades.

El rojo fue usado por las novias en la Edad Media, a lo largo de todo el continente europeo; el negro se utilizó en Francia y en Inglaterra durante el siglo XIX por razones económicas y por la facilidad de mantenerlos limpios; y el color verde lo usaban las novias de Noruega. Actualmente, en Oriente, se casan de color rojo, ya que el blanco representa luto para ellos y no lo emplean para ceremonias festivas como nosotros.

También se dice que el color del vestido de novia representa algunas tradiciones y tiene distintos significados; por ejemplo, el blanco se asocia a la virginidad y la inocencia; y el amarillo, que es común en muchos países como los Estados Unidos e Inglaterra, se identifica con el Dios del amor y la abundancia.

Originalmente en Israel las jóvenes se casaban con vestidos de muchos colores. Era una manera de celebrar la alegría de la primavera, la época más recurrente para celebrar bodas en Israel.

El vestido blanco se impuso en Occidente a partir de una moda que implantó la reina Victoria de Inglaterra, que se casó de blanco, y de allí se instauró como una regla. Capaz que si esa mujer se hubiera casado de rojo, hoy día se estaría con la tradición de los vestidos de boda de color rojo.

No olvides que el vestido blanco es simplemente una tradición que nada tiene que ver con el verdadero sentido del matrimonio. Un símbolo que, en muchos casos, está cargado de mitos y en tu caso, de alusiones que no vienen al caso.

La verdadera inocencia no se lleva en el vestido. La castidad no es cuestión de colores sino de actitudes. Incluso, se comenzó a estilar que la mujeres deberían vestir de blanco y se esperaba que los varones utilizaran el color negro, porque se suponía que ellos si debían tener experiencia sexual, para “guiar” a la mujer. Esa idea errónea fue defendida hasta en círculos cristianos.

Una pareja debe formarse bajo el amparo del amor y de valores trascendentes. Y, si por alguna razón cometieron el error de relacionarse sexualmente antes del matrimonio, eso no significa que si reciben el perdón de Dios y su absolución (tira nuestro pecado al fondo del mar) no puedan usar el color blanco como señal de la restauración en Cristo.

A menudo, hemos convertido una moda en algo sacro, que nada tiene que ver con el sentido original de lo que Dios planeó para la vida humana. El blanco es solo un color; lo importante es de qué tinte estén cubiertos nuestra mente y nuestros valores.

Busca otro lugar

Una boda es una fiesta, una celebración, un momento especial donde hacemos un pacto con Dios. Busca otra iglesia y otro pastor, no puedes celebrar en medio de lobos rapaces.

Tienes que estar al lado de tus hermanos, de gente que te ame incondicionalmente, de personas que te respeten y entiendan que eres digna. Así que no te hagas más problemas, busca otro lugar. Siempre habrá algún pastor con otra actitud, que no pertenece a la secta de los fariseos.

Si en algún momento tus padres te preguntan, no les escondas la razón, pero diles que de todo hay en la viña del Señor. Sólo la verdad puede ayudarles a entender. Si se enteran de otra manera y no de tus labios, puede ser un golpe mayor.

Siento de verdad que estés pasando esto. Siento en el alma que un momento tan bonito haya sido empañado. Pero, ten en cuenta que estas cosas pueden ayudarte a hacerte más fuertes. No caigas en sus redes. No les des el gusto de amargarte o de hundirte. Que tu felicidad y paz en el Señor sea tu respuesta. Que al verte en paz se enojen porque ellos esperan que sufras, porque de esa forma estarán tranquilos creyendo que han hecho algo bueno.

El haber tomado la decisión de ser madre soltera, pudiendo haber tomado otro camino, es digno de alabanza. Admiro a quienes optan por el camino difícil y no por la comodidad de quienes creen que con un aborto solucionan las consecuencias de sus malas decisiones. Ya diste ese paso de amor, así que eres fuerte, puedes pasar este otro trago amargo. Puedes encarar a quienes se gozan con el sufrimiento de otros. Ya sabes lidear con lobos, no bajes los brazos.

No olvides el perdón del Señor

En medio de todo esto, no cometas el error de confundir las cosas y de pensar que la actitud legalista, farisaica e inmoralmente cruel de la gente que te ha maltratado viene del Señor.

Dios te dice: Venid luego,  dice Jehová, y estemos a cuenta” (Is. 1:18 RV60). Me encanta el “venid luego”, Dios está deseoso y esperando que nos pongamos “a cuenta” con él. Ya lo has hecho. El día en que te bautizaste hiciste un pacto de amor con él, y Dios nunca te abandonará.

Dios te dice: 
“¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré!” (Is. 49: 15 NVI).
Integra a tu pequeña

No olvides además, que tu hija es importante. Que el joven que se está casando contigo, también la ha elegido a ella. Así que en la boda intégrala, que sea parte importante de la ceremonia, que esté junto a ti cuando hagan los votos o que pase contigo, no sé, busca lo que sea mejor para ti, pero no te olvides de ella. Prepárale un vestido especial. Que en tu alegría no te olvides que ella es muy importante y no debe ser dejada a un lado como si fuera algo adicional.

A diferencia de tus padres, no le digas a ella lo que está pasando. Pero si viniera algún fariseo a recriminarle a ella que tú te casas de blanco, dile y explícale sobre el perdón de Dios y su restauración. Que en ningún momento ella sienta que tiene alguna culpa en algún mal rato que tú estés viviendo. Que todo sea una fiesta, que ella recuerde este momento como algo especial también para ella.

La boda es un momento

Lamentablemente, el espíritu farisaico no morirá nunca. Tendremos que soportar a los que usan la religión para castigar a otros hasta el día en que el Señor venga a buscarnos. No caigas en su juego. Que la amargura ni la tristeza te ganen la partida. No permitas que la alegría que has sentido se vaya.

Por último, no olvides que la boda es un momento y el matrimonio es el que permanece en el tiempo. Con tu futuro esposo saquen lecciones y propónganse nunca hacerle a otros lo que los orgullosos y faltos de amor le han hecho a ustedes. Pueden ser un instrumento de sanación en la vida de otras personas que pasarán por situaciones similares en el futuro.

La iglesia es para compartir con hermanos

En la iglesia nos llamamos hermanos y no compadres, porque consideramos que somos parte de una familia donde nos amamos incondicionalmente. Si las personas de esa congregación te hacen sentir mal, busca otra comunidad cristiana donde adorar. Un lugar donde esté el espíritu del Señor y puedas crecer en paz.

Si tienes el coraje de quedarte, entonces, que tu alegría y tu bondad, sea el medio para poder ser de ayuda para quienes puedan ser mordidos por esos lobos rabiosos. Que tu amor por Dios pueda ser el bálsamo para ayudar a otros que serán maltratados por otras razones.

Conclusión

Sique mi oferta en pie, si aún no es tarde y puedo ir, con gusto oficiaría en tu boda, con la mayor alegría del mundo.  Si eso no fuera posible, espero que me envíes una foto de tu matrimonio casándote con un hermoso vestido blanco y con una gran sonrisa.

Un abrazo al valiente varón que será tu esposo. Él también necesita coraje para soportar a los fariseos que seguramente no logran entender por qué se casa contigo. Pero, no dejes que eso te afecte. Se casa porque te ama y eso es suficiente.
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Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez 

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Dios, pareja y elección

PREGUNTA

“Escuché un tema que dio a través de la televisión en el Canal 3ABN, se titulaba: “Bendita suegra”. Al comenzar usted contestó preguntas, una de ellas llamó mi atención. La pregunta se relacionó con la oración y el papel que cumple cuando estamos buscando pareja o incluso antes de ello, cuando nos sentimos atraídos por alguien del sexo opuesto.

La respuesta que dio, dejó claro que teniendo los elementos necesarios para elegir a nuestra pareja, la decisión final es nuestra y nada tiene que ver Dios en esto. De esta manera no tenemos que echarle la culpa a él si llegamos a fracasar en nuestro matrimonio.

Sin embargo, la pregunta, a mi entender guardaba más relación con la intensidad de nuestra relación con Dios mediante la oración y la respuesta que él puede darnos frente a tamaña decisión, que es para toda la vida. Mencionó usted que él no pone delante de nosotros a la persona indicada para nuestra vida, él no es un “casamentero”. Se han tejido fábulas respecto de ello.

Es posible que queramos abandonar nuestra responsabilidad cuando las cosas salen mal (así es nuestro corazón... humano) y escondernos tras los "árboles" como lo hicieron nuestros primeros padres, pero, ¿acaso Dios no nos podría poner a la persona indicada frente a nosotros? En este contexto, ¿cómo podemos conciliar la respuesta con lo que está escrito en Génesis 2:22? "Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre." BRV1960

Resalto: "y la trajo al hombre", fue él quien le trajo una mujer a Adán, que hasta el momento dependía totalmente de Dios. No le trajo un ramillete de mujeres para que él escogiera de acuerdo a lo que habría aprendido en el poco tiempo que tuvo para hacerlo. Tampoco creo que no le quedó oportunidad ya que era la única mujer en ese momento.

Sin embargo, hay una cita de Elena G. de White que dice: “El casamiento es algo que afectará vuestra vida en este mundo y en el venidero. Una persona que sea sinceramente cristiana no hará progresar sus planes en esa dirección sin saber si Dios aprueba su conducta. No querrá elegir por su cuenta, sino que reconocerá que a Dios incumbe decidir por ella. No hemos de complacernos a nosotros mismos, pues Cristo no buscó su propio agrado. No quisiera que se me interpretara en el sentido de que una persona deba casarse con alguien a quien no ame. Esto sería un pecado. Pero no debe permitir que la fantasía y la naturaleza emotiva la conduzcan a la ruina. Dios requiere todo el corazón, los afectos supremos” (Se publicó también en la Review and Herald, 25 de septiembre, 1888.) Está en el libro Hogar cristiano.

Me agradaría escuchar su comentario al respecto. Es posible que yo no haya comprendido bien la respuesta que dio en aquella ocasión, toda vez que recién me integraba con el tema de la conferencia donde, incluso, el audio no ayudó mucho”.


RESPUESTA

Apreciado amigo:

Gracias por la pregunta, me parece muy pertinente, especialmente en el contexto de tantos mitos.

La libertad de elegir

Lo que sostengo es que:

Dios nunca elige por nosotros, en ninguna situación. Eso sería atentar contra un don que Dios mismo nos concedió y es la libertad de elegir. Si Dios eligiera por nosotros estaríamos ante una tiranía divina y sería una falta de respeto para los humanos que son creados a su imagen. Hay suficientes textos en la Biblia para reforzar este concepto. Por ejemplo:

  • “Hoy les doy a elegir entre la bendición y la maldición” (Deut. 11:26 ).
  • “Hoy te doy a elegir entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal” (Deut. 30:15).
  • “Ustedes han sido llamados a ser libres” (Gál. 5:13).
  • “¿Por qué se ha de juzgar mi libertad de acuerdo a la conciencia ajena?” (1 Cor. 10:29).
  • “Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Cor. 3:17).
  • “Cristo nos libertó para que vivamos en libertad” (Gál. 5:1).

La pareja es parte de un proyecto de vida, Dios no nos impone nada. Si Dios eligiera por nosotros una pareja, fácilmente podríamos culpar a Dios por nuestros errores.

Dios nos da discernimiento, fortaleza, sabiduría, pero la decisión es nuestra. Aún cuando Dios nos muestre, la última decisión es nuestra, aceptar o rechazar lo que Dios eventualmente puede mostrarnos. Pero ni aún el discernimiento se entrega sin que el ser humano lo solicite, Dios no nos falta el respeto. Hay que solicitarlo (Pr. 2:3).

Si la decisión fuera tomada por Dios, entonces, no tendríamos culpa y nunca nos equivocaríamos. ¿Cómo entender a todos aquellos que creen que Dios ha “dirigido” sus vidas y finalmente se han equivocado?

Traer una mujer al hombre

El problema con el texto que presentas es leer la traducción y no el original, lo que siempre supone un problema porque para hacerlo hay que leer el original hebreo.

En mi libro Amor sin fronteras he explicado en detalle los problemas que tiene el primer y segundo capítulo del Génesis, especialmente por la traducción sexista que no considera el sentido original de las palabras. En este caso, la traducción ha estado al servicio de la ideología de creer que la mujer está al servicio del varón, concepto que no aparece en Génesis como ideal de Dios sino en otros sectores de la Biblia como distorsión de la voluntad divina.

En síntesis hay cinco expresiones que deben ser consideradas en el original hebreo de Génesis 1 y 2 que no se reflejan, lamentablemente, en las traducciones, éstas son:

  • ‘âdâm: Expresión de las que ha derivado Adán, vocablo que no es nombre propio sino un sustantivo genérico, es decir, no se refiere al primer varón como tradicionalmente se ha dicho, sino a la raza humana. Su traducción más correcta es “ser humano”. Sólo en tres versículos de toda la Biblia se puede decir que la palabra se refiere a Adán (incluso algunos eruditos lo discuten). En Génesis 5:2 se dice que ambos, el varón y la mujer, fueron llamados “‘âdâm”, es decir, “seres humanos”.
  • Zakar: Que significa simplemente macho, y hace énfasis en la diferenciación sexual.
  • Neqaybah: Que es la contrapartida y significa hembra.
  • Îsh: Que significa varón, en clara diferenciación de mujer.
  • Îshshâh: Que significa mujer, y aunque se escriba parecido a Ish y suenen similar, proceden de dos raíces hebreas distintas, lo que señala que son dos vocablos diferentes.

Tú has citado Génesis 2:22, yo discrepo por varias razones de la traducción de la Reina-Valera en este versículo, puesto que el texto ha sido traducido suponiendo la subordinación natural de la mujer, lo que no es el sentido del texto. En realidad en el texto hay un juego de palabras que otros autores han evidenciado, literalmente el texto dice:
“Del costado de la humanidad (‘âdâm), Dios el Señor hizo una mujer y se la presentó a la humanidad (‘âdâm)”. 
Mercedes Navarro, en su análisis exegético del texto en su libro Barro y aliento, ha entendido que la intención narrativa del texto no se debe obviar al entenderla.

De allí la reacción del varón al decir “ahora si”, y a continuación para expresar sus sentimientos Moisés incorpora una fórmula propia de su tiempo y no del primer varón: “Ella es carne de mi carne y hueso de mis huesos” para expresar su cercanía y el tener la misma naturaleza.

Una digresión

Una digresión en este punto para explicar el concepto “costilla” (en realidad costado) para que no se mal entienda.

El que la mujer haya sido tomada del varón (Gn. 2: 21), no prueba necesariamente que el varón es “carne” superior. La intencionalidad del texto es mostrar la semejanza del varón y la mujer. El que el relato de Génesis 2 hable de la mujer como formada del varón, lo que está haciendo es diferenciarla de los animales y los otros seres inanimados al implicar su semejanza esencial con aquel de quien es tomada. La superioridad de ella sobre los animales, no su inferioridad con relación al varón, es la idea fundamental del contexto inmediato.

Ella está hecha de la misma substancia. Es lo que declara ‘âdâm en Gn. 2: 23 al reconocer en ‘îshshâh su semejanza y reciprocidad. Se produce lo que se llama la fórmula de relación: “esto es ahora hueso de mis huesos y carne [basár] de mi carne. Y llama a su mujer con su propio nombre, sólo que en términos femeninos: ‘îshshâh. En este momento el varón se reconoce a sí mismo en ella: reconoce que él es íntegramente él mismo sólo en su relación con ella.

Más allá de la literalidad hay todo un símbolo en esta idea. La Biblia deja en claro que el lugar de la mujer está al lado del varón, ella es su compañera, este simbolismo: la mujer al lado del varón —no detrás de él, ni delante— representa adecuadamente la alta estima en que la Biblia tiene a la mujer.

En este sentido señala el comentario de Matthew Henry en vista a que la mujer fue formada de una costilla (es decir, del costado) de Adán; no fue hecha de su cabeza, como para tener dominio sobre él; ni de sus pies, como para ser pisoteada por él; sino de su costado, para ser igual a él, de debajo de su brazo para ser protegida, y de junto al corazón para ser amada.

El que la mujer haya sido creada de una “costilla” de ‘âdâm y no del polvo, es decir de ‘adâmâh, señala más que una diferencia, la intención es dejar explícito el que ella fue formada como una unidad de vida inseparable y esencial con el varón. En síntesis, Dios toma de la sustancia íntima, de la vida misma del varón para formar a la mujer, ese es el sentido más profundo de la expresión “costilla”.

Volviendo al punto

Todo esto para decirte que tu razonamiento es erróneo. Dios no trae la mujer al “varón” sino la trae a la humanidad. Es el varón en el versículo 23 que reconoce en ella a su complemento. Recién a partir del versículo 23 podemos establecer claramente la diferenciación de varón y mujer.

Usar este texto para intentar probar que Dios nos “trae” una mujer es impropio. Usarla en el contexto de tu pregunta también es un error.

El uso de Elena de White

Con los escritos de Elena de White tenemos varios problemas graves:

  • No leemos el contexto. Hace mucho tiempo dejé de estudiar citas sueltas para situarlas en su contexto. Eso es un problema con las compilaciones de citas, que a mi juicio han hecho más mal que bien para el estudio de su pensamiento.
  • No leemos el contexto cultural. Eso implica, que damos por sentado que lo Elena G. de White dijo para su tiempo, debe ser aplicado de la misma manera para nuestro tiempo, lo que es otro error muy común.
  • No leemos el original. Esto es más serio, porque nos quedamos sólo con traducciones, siendo que tenemos la oportunidad de leer todas las obras de ellas completamente y sin compilaciones desde los originales (todas se pueden encontrar en el sitio web del White State).
  • No leemos cronológicamente. No entendemos que el pensamiento de un autor, por muy inspirado que esté, evoluciona y se profundiza, cambia o se expande, con el tiempo. No es lo mismo Elena de White escribiendo a los 17 años que haciendo lo mismo a los 70, evidentemente hay un desarrollo.
En síntesis, la cita que mencionas fue publicada el 25 de septiembre de 1888 en un artículo de la Review and Herald que se titula “Marrying and Giving in Marriage” (Casándose y dándose en casamiento). El artículo lo puedes leer completo en la dirección online que te he dado, y ojalá todos nos acostumbráramos a leer el contexto.

Todo el artículo es un análisis de las palabras de Jesús en Mt. 24:38, ella analiza el contexto de Noé y su tiempo, de cómo habían degradado la institución matrimonial, cómo por su alejamiento de Dios terminaron haciendo aberraciones en sus vidas y destruyendo el matrimonio. Luego hace, como es su costumbre, una aplicación homilética a la situación actual. En ese contexto hace un llamado a dejarse guiar por el Espíritu Santo para que nos ayude a tomar decisiones adecuadas en un asunto tan delicado como es el matrimonio. En dicho contexto está esta cita. La mejor traducción debería ser “Dios debería elegir con él” o “dejar que Dios guie su elección”. Eso es lo que está presente en el contexto y lo que se desprende de lo que dice a continuación, en muchas parejas “Dios es dejado de lado” (es la siguiente cita que no citas).

Si tomara lo que tú señalas de manera literal y sin las consideraciones que te he dicho la autora se contradeciría con otras citas, por ejemplo:

“Cada uno tiene su propia obra que hacer, sus propias decisiones que tomar” (A fin de conocerle, 177).
“Nuestra única seguridad consistirá en buscar constantemente sabiduría de Dios, en ponderar cuidadosamente todo asunto con mucho temor y temblor, no sea que en lugar de llevar a la obra la luz del cielo lleven la debilidad del hombre. Pero el Señor ha prometido dar luz a los que lo buscan con todo el corazón. Si sólo queremos esperar pacientemente y con oración en Dios, y no seguir nuestros propios planes impetuosos, él guiará nuestras decisiones, y abrirá muchas puertas de esperanza y de trabajo” (Testimonios para los ministros, 214).
“Lo que necesitáis comprender es la verdadera fuerza de la voluntad. Este es el poder que gobierna en la naturaleza del hombre: el poder de decidir o de elegir. Todas las cosas dependen de la correcta acción de la voluntad. Dios ha dado a los hombres el poder de elegir; depende de ellos el ejercerlo” (El camino a Cristo, 48).
    Hay otras citas, pero bastan estas para señalar que en el pensamiento global de la autora, es otra la idea que manifiesta. Nadie puede decir por el ser humano, ni siquiera Dios.

    Conclusión

    Nunca he dicho que Dios no debe ser consultado, lo que he dicho y sostengo es que Dios no puede ni debe tomar decisiones por el ser humano. Él nos orienta, nos da discernimiento, nos da sabiduría e incluso fortaleza para estar firmes en las decisiones, pero siempre, en última instancia la decisión es nuestra.

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    Pacto, matrimonio y convivencia

    PREGUNTA

    “Con el ultimo blog sobre el matrimonio y los votos matrimoniales, muchos pensarían que el pacto matrimonial es lo que hacen los que conviven, total es pacto de a dos. 


    Pero la Biblia dice que la fornicación, el adulterio es pecado, a mi parecer sin juzgar a los que conviven pues soy cristiana, al pecado hay que llamarlo por su nombre y tal vez muchos podrían sentirse apoyados por su respuesta en creer que el matrimonio es un papel más por eso es suficiente con convivir”.




    RESPUESTA

    Apreciada amiga:

    Siempre me ha sorprendido a lo largo de los años de enseñar y trabajar con gente, la capacidad de algunas personas de sacar las ideas de su contexto y derivar en conclusiones que nada tienen que ver con los planteamientos sostenidos.

    La invito a que lea con detalle lo que he escrito, porque sus inferencias no sólo son injustas con lo que yo he planteado, sino que además, deduce ideas erróneas.

    Votos matrimoniales

    Sigo sosteniendo lo mismo que ya he dicho en el artículo anterior sobre los votos matrimoniales:

    • Los votos matrimoniales surgieron en la Iglesia Anglicana, y para escándalo de algunos puedo decirle que surgieron exclusivamente por situaciones políticas relacionadas con el matrimonio del rey, y luego por los problemas políticos en relación al matrimonio de una reina (lo que podría ser un buen tema de análisis sobre el surgimiento de algunas tradiciones y como se hacen sacrosantas, cuando en su comienzo no lo son).
    • El matrimonio en la iglesia, también es un invento humano, surgió en el Medievo como una forma de control, podría escribir mucho sobre esa actitud clerical de querer controlar todo, incluso los días en que los matrimonios podían tener relaciones sexuales y la manera de tenerlas, cosa que es un abuso de función.
    • La tradición de que sólo los clérigos dirigieran las ceremonias matrimoniales también es un invento que no tiene nada de santo en su origen, sino que fue producto del deseo de manifestar su poder que tenía el clero medieval.
    • El considerar al matrimonio como sagrado y la ceremonia matrimonial incluida, como un sacramento, también tiene su origen en la idea de que el matrimonio otorga méritos de salvación, esto asociado a la idea de Agustín de Hipona y de Tomás de Aquino, de que las relaciones sexuales son pecaminosas, pero cuando se pretende concebir son un mal necesario, de hecho estos dos autores, considerados “santos” por el catolicismo, afirman que el mejor estado para los matrimonios es la “castidad marital”, a buen entendedor, vivir como casados pero nunca tener relaciones sexuales.

    De esas tradiciones no santas nos hemos alimentado para crear una serie de tradiciones que supuestamente son “protestantes” o “reformadas”, pero en el fondo no son más que una repetición de actos tradicionales que no tienen otro fundamento que la costumbre, en este caso, lo consuetudinario ha tomado el lugar de la Palabra.

    Sin embargo, deducir a partir de estos hechos que la fornicación y el adulterio están autorizados, es confundir peras con manzanas y no leer adecuadamente.

    Teología del pacto

    En parte las inferencias equivocadas son fruto del desconocimiento de la teología del pacto. El concepto pacto o convenio, está presente en toda la Biblia. Está relacionado con una promesa solemne que las personas hacen, en este caso, frente a Dios.

    El pacto es algo serio en la Biblia. Sin embargo, como la palabra lo dice, todo pacto puede romperse. El único que hace pactos perfectos es Dios, el único perfecto que promete y cumple su parte. Pero aún Dios rompe el pacto cuando las personas que han prometido fallan.  Un tema muy interesante:
    • Dios hace un pacto solemne y “perpetuo” (Gn. 17:9) con Abraham y su descendencia, pero cuando ellos fallan, Dios desecha el pacto y hace un pacto con otros, de allí la denominación de “Israel espiritual” que manejamos hoy (Rom. 9).
    •  En Ex. 34:10 Dios le dice a Israel lo que sería el resultado del pacto, pero, eso no se logró porque el pueblo falló a su parte y Dios dio por terminado el pacto. Es lo que dice Lev. 26:15, Deut. 29:25, 31:16, Sal. 78:10 y otros pasajes del rompimiento del pacto.
    •  En Lev. 16:44, Deut. 4:31, 5:2-3, 7:9, y otros pasajes, Dios les recuerda que él no falla en cumplir su parte del pacto, el problema es del pueblo (Heb. 8:9).
    • Como no se cumple, Dios hace un “nuevo pacto” (Jer. 31:31-33, Heb. 10:16), porque ha anulado el anterior (Zac. 11:10). Por eso Jesús es el “mensajero del pacto” (Mal. 3:1), lo que Cristo nos recuerda que su sangre es la reafirmación del pacto (Mt. 26:28; Lc. 22:20). Jesús es garantía de un pacto superior (Heb. 7:22, 9:15), el segundo pacto (Heb. 8:7, 13).
    Hay más de 300 versículos en la Biblia en referencia a la teología del pacto, aquí sólo una muestra.

    Los seres humanos continuamente nos equivocamos, de allí la necesidad de renovar los pactos. Copio una sección de mi respuesta anterior, que por lo visto no leyó:

    La razón por la que hacemos el compromiso frente a Dios es porque entendemos que necesitamos ratificar el pacto frente a alguien absolutamente trascendente. Dios actúa como garante de una unión voluntaria de dos personas que entienden, que en el diseño del Creador, el enlace de una pareja fue considerado como necesario para el buen desarrollo y equilibrio del ser humano”.

    La idea bíblica del pacto es que ambas partes se comprometen solemnemente a realizar el mejor esfuerzo para cumplir lo que le corresponde. Cuando una pareja decide unirse en matrimonio, lo hace bajo un pacto de mutuo respeto. El varón y la mujer son, ante los ojos de Dios, parte de un plan supremo que pretende que los seres humanos alcancen su máximo potencial, y ello se alcanza solamente en el contexto de una relación de mutualidad, donde ambos poseen los mismos derechos y deberes, sin conductas unilaterales, ni subordinaciones, sino en un clima de respeto mutuo, sin condiciones. De otra forma, no es un pacto, sino una imposición o una acción unilateral injusta.

    El ser esposo o esposa concede derechos, pero, siempre dentro de un pacto. Cuando un varón y una mujer se casan, optan por entregarse a otra persona de manera incondicional, pero siempre dentro de un contexto en el que sean respetados sus emociones, espacios privados, capacidad de pensar por sí mismo, posibilidad de movilizarse de un lugar a otro como adulto sin tener que pedir permiso, posibilidad de administrar bienes, etc. Cuando un esposo priva a su esposa (o viceversa) de cualesquiera de esas opciones, no cumple su parte del pacto; en ese caso, hablar de matrimonio es un eufemismo que esconde una relación de esclavitud. El pacto implica dos partes que se respetan mutuamente, de otra manera, insisto, no hay pacto.

    Es lo que sostiene la Biblia cuando habla de quienes fallan en el pacto: “Porque Jehová ha sido atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto” (Malaquías 2:14).

    En ese mismo contexto la Biblia nos conmina a cumplir nuestros pactos. “Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas” (Eclesiastés 5:4-5).

    Del mismo modo señala que en un matrimonio quien no cumple el pacto le falla a Dios (Pr. 2:17).

    Cuando el pacto no funciona

    Sin embargo, no se puede esconder el hecho que muchas personas viven frustradas porque sienten que no existe equidad en su relación. Dan, pero no reciben lo mismo. Las parejas que sostienen su relación en forma unilateral, pretendiendo que deben recibir sin dar nada a cambio, están condenadas a la desdicha y la frustración. Muchos hablan del matrimonio como de un contrato, siguiendo la idea que instauró en occidente Jean-Jacques Rousseau. En cierto modo lo es; es un compromiso en el que ambas partes se comprometen a dar de manera recíproca para la felicidad del otro.

    Al casarse, la pareja hace un compromiso que es idéntico para ambas partes. La relación matrimonial se basa en un acuerdo no unilateral, sino en un “mutuo acuerdo”.

    En Cantares, el esposo y la esposa se prodigan los mismos elogios; no hacen diferencias, ni hay subordinación de uno hacia el otro. Son dos personas que han decidido amarse y, por lo tanto basan su relación en la reciprocidad.

    El recibir comienza con el dar. No es al revés. Muchos matrimonios se construyen sobre el egoísmo. El deseo de recibir sin dar logra que, finalmente, una de las partes se canse y no quiera seguir en ese juego de falta de compromiso. He visto más matrimonios fallar por falta de reciprocidad que por cualquier otra cosa.

    Una mujer me dijo, en cierta ocasión:

    –Estoy cansada. Me cansé de ser la única que aporta a este matrimonio.

    Hasta Dios tiene un límite. La figura más recurrente en la Biblia es de Dios “casado” con su “pueblo”. Sin embargo, aunque el Señor hace todo de su parte, llega un momento en que también se detiene, y dice: “¡Basta, se acabó, esto no va más!”. Ese momento, que lo anunciamos escatológicamente, tiene un sentido; Dios no puede seguir eternamente en una relación en la que no hay reciprocidad.

    Todos los días deberíamos evaluar si nuestra relación está o no sustentada sobre la base de entregar nuestra parte del pacto. Si así no fuera el caso, tarde o temprano el que no recibe a cambio lo mismo que da terminará hastiándose. Los pactos se rompen porque las personas no hacen su parte en el compromiso.

    “Papeles” y compromiso

    Muchos transmiten la idea de que no necesitan “un papel” para vivenciar su experiencia de amor como pareja. Incluso algunos presentan la idea de que un documento legal lo único que vendría a lograr es enturbiar las relaciones de esa pareja. Cosa que no he dicho en mi respuesta y usted parece inferirlo de manera equivocada.

    Hay quienes creen así, a juzgar por las miles de personas que viven en concubinato o en parejas de hecho, pero sin ningún respaldo legal para sus uniones de facto. El problema es que no se alcanza a captar el impacto real que dicha situación tiene para el varón y la mujer que están en una relación tal.

    La relación de pareja se basa en la confianza y en el compromiso. Cuando no se quiere hacer un testimonio público y legal de la relación que se tiene, el mensaje que se envía es equívoco. Les están diciendo a todos y a sí mismos: “Nos amamos, pero no tanto como para comprometernos” o “Lo nuestro es vivir juntos, pero, al menor problema podemos separarnos; total, no estamos casados”.

    Paradójicamente, quienes mantienen este tipo de relación y se niegan sistemáticamente a hacerla legal son mayoritariamente varones. Con el tiempo, muchas mujeres han dejado de creer en el matrimonio, y consideran que es mucho riesgo y que es preferible estar así.

    Lo que no alcanzan a captar las personas que asumen esta postura frente al matrimonio es que para que una relación se estabilice en el tiempo, y adquiera solidez y equilibrio, precisa señales claras de compromiso y lealtad, y eso se da solo cuando buscamos el amparo de una situación legal que nos proteja.

    Alguna vez me han replicado que en el antiguo Israel no existía un compromiso legal, y que eso fue invento occidental. En realidad, afirmar eso es ignorar que lo que no existían eran registros nacionales de la uniones matrimoniales ni de los hijos que nacían, pero, en todo clan había alguien encargado de llevar claramente la cuenta de los ancestros y de las uniones matrimoniales. Por otro lado, la boda era, en sí misma, el paso legal que se daba para casarse. Nadie iniciaba un matrimonio sin pasar por esta ceremonia, a la que se le asignaba un gran valor legal.

    Un matrimonio que no llega a validar su relación bajo el amparo legal se convierte, con el tiempo, en una vinculación débil, que no resistirá los embates de situaciones difíciles. Es verdad que el registro legal no será la panacea, en sí mismo, para proteger al matrimonio de algún problema que finalice en ruptura, pero también es cierto que, con el tiempo, las uniones conyugales legales tienden a permanecer más y con mayor lealtad.

    Conclusión

    Querida amiga, la conmino a leer de nuevo las dos respuestas, y la próxima vez, a cuidarse de hacer inferencias equivocadas sacando conceptos fuera de contexto, porque eso a la larga se convierte en un vicio.


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    Votos y renovación de votos matrimoniales

    PREGUNTA

    ¿Qué me puede decir de la renovación de votos que algunos realizan en la iglesia?

    ¿Eso no me parece bíblico ni correcto? Es más, me parece poco serio.

    Quisiera una respuesta porque esto me confunde.




    RESPUESTA

    Apreciado amigo:

    Te voy a complicar más el asunto:

    • Los votos matrimoniales tampoco son bíblicos, fueron introducidos en el cristianismo por la Iglesia Anglicana en 1522.
    • La ceremonia matrimonial oficiada en la iglesia es un invento del catolicismo que se comenzó a hacer en la Edad Media como una forma de controlar a las personas.
    • El que un religioso oficie una boda, también es un invento medieval, que tenía como objetivo impedir que algunas personas se casaran y para controlar a los individuos.
    • El darle un carácter sagrado a la ceremonia matrimonial, incluso al matrimonio, fue un dogma introducido por la iglesia católica, cuando comenzó a enseñar el carácter sacramental del matrimonio, entendiendo que el matrimonio otorgaba méritos de salvación.

    Así que estamos ante la presencia de tradiciones. No significan que están malas en sí mismas, pero son inventos que se agregaron con el tiempo. Sacralizarlos, es erróneo, toda vez que han sido inventos humanos sin fundamento bíblico.

    Por lo tanto, si alguien desea "renovar" eso votos, y lo hace con seriedad con el fin de fortalecer los lazos entre los esposo, es una actividad positiva, toda vez que va en el mejor desarrollo de la pareja.

    En particular, lo que yo creo es que la renovación de votos no debería ser un formulismo idéntico para todas las parejas. Cada matrimonio sabe cuáles son sus puntos débiles, por lo tanto, si deben mejorar alguno de aquellas puntos donde se ve afectada el día a día como pareja, son ellos los únicos que deben establecer qué acuerdos deben renovar y que deben prometerse mutuamente para continuar el pacto que realizaron alguna vez. En ese sentido, la renovación del pacto (no de los votos), me parece positivo.

    Un poco de historia

    En el año 1522, en el Misal de la Iglesia Anglicana de Inglaterra, se introdujo la fórmula que aún hoy es repetida por todos aquellos que se casan, los llamados “votos matrimoniales”: “Te tomo como esposa (esposo) a partir de este día, en lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en la pobreza, y prometo amarte y respetarte hasta que la muerte nos separe”.

    Originalmente, la fórmula incluía una sección en la que la esposa prometía “obedecer” en todo a su marido, expresión que ha sido quitada de la mayoría de las fórmulas nupciales, por considerarse que dicha expresión rompe el equilibrio de equidad en la relación de la pareja.

    La fraseología de este voto compromete a ambos contrayentes a vivir de tal modo que estén dispuestos a acompañar a sus cónyuges en todo momento y bajo cualquier circunstancia.

    Un matrimonio no es un arreglo comercial. Tampoco es una relación empresarial, que exija unilateralmente obediencia.

    El matrimonio es un pacto entre dos personas que deciden amarse mutuamente y dar lo mejor de sí mismas para que el otro sea feliz. Es un puente de ida y de vuelta.

    El pacto entre esposos consiste en dar lo mejor de sí mismos al otro, esperando que el otro haga exactamente lo mismo.

    Cuando el pacto no se cumple, la relación no es equilibrada y va camino al fracaso.

    Muchos matrimonios fracasan cuando no entienden que la relación matrimonial se basa en una relación de reciprocidad en la que esposo y esposa deciden mutuamente dar lo mejor de sí mismos para que el pacto se cumpla.

    Amar, acompañar, y estar en las buenas y en las malas es parte del pacto. Respetar, proteger y ayudar es un elemento crucial de este pacto.

    Cuando la Iglesia Anglicana creó estos votos, lo que estaba haciendo era darle fuerza en las palabras a algo que se suponía válido desde la perspectiva bíblica.

    El problema es que hoy muchos se casan sin entender plenamente el significado de los votos de compromiso que asumen.

    Cuando se discute si un punto del “voto matrimonial” debe ser cambiado o cuando alguien hace escándalo porque una pareja “cambia los votos”, está discutiendo por tonterías, el voto matrimonial es un invento, como tal puede ser cambiado, mejorado o eliminado. No hace ninguna diferencia, las tradiciones son sólo eso tradiciones. Lo importante es el pacto que las parejas hacen entre si y en este caso, ante Dios.

    Historia de la ceremonia religiosa

    Hasta el siglo XII, los matrimonios no eran oficiados por sacerdotes. Era un asunto netamente familiar. Ni siquiera se realizaban las bodas en la iglesia. La mayoría de las ceremonias matrimoniales eran oficiadas por los padres o por el varón más importante del clan, y se realizaban en el campo, o frente a las casas de los que iban a casarse.

    Sin embargo, desde mediados del siglo XII entró en vigencia una ley eclesiástica conocida como “ley canónica”, y se introdujeron dos cambios cuyos efectos perduran hasta hoy; por una parte, la Iglesia Católica presionó para que las personas se casaran en presencia de un sacerdote, en una audiencia pública con testigos, y que la ceremonia tuviera lugar en el templo, más específicamente, a las puertas de las iglesias. Siglos después, las bodas comenzaron a ser realizadas en el interior del templo frente al altar.

    Por otro lado, a partir de esta fecha, se introdujo la costumbre de que no era absolutamente necesario realizar una boda con el consentimiento paterno; bastaba la voluntad mutua de los contrayentes.

    Muchas personas creen que siempre las bodas se celebraron en un templo; pero, tal como señalamos, la historia muestra otra cosa.

    En cierto modo, esta restricción se puso para poner orden en una situación que a veces se prestaba para abusos; sin embargo, se le dio al matrimonio un sentido que no tiene y que no aparece en ninguna parte de la Biblia, y que derivó más tarde en el dogma del matrimonio como sacramento.

    Personalmente, me hubiera gustado más vivir la época en que los padres celebraban las bodas de sus hijos, más allá de que hoy aceptemos solo como válido el que los clérigos y los pastores las realicen. Sin embargo, en el contexto original, tenía un sentido de participación en una fiesta que era, a la vez un compromiso familiar, cosa que hoy parece no estar en la mente de muchos.

    Por otro lado, una tendencia de hoy es convertir a las bodas en una ocasión tan formal que de pronto se pierde el sentido de alegría que existe.

    El argumento de que la boda debe ser celebrada únicamente en un templo porque allí está la presencia de Dios no tiene asidero lógico ni bíblico. ¿No está acaso Dios en todas partes? En particular, he participado en muchas bodas realizadas al aire libre en parques, en el contexto de una naturaleza que invita a la alegría y la paz, y me parecen geniales. Si de mi dependiera me casaría en la playa y frente al mar. No olvides que lo importante es entender que el matrimonio debe gozar de la bendición de Dios, todo lo demás es secundario.

    Un pacto ante Dios

    En todas las culturas, las bodas son momentos esperados y felices. Las ceremonias varían de un lugar a otro, pero en general tienen elementos comunes. Siempre hay alguien considerado una autoridad (religiosa o civil) que oficia, los contrayentes realizan un compromiso que incluye votos o promesas mutuas, y siempre se realiza la ceremonia frente a testigos.

    En el antiguo Israel, las ceremonias matrimoniales eran oficiadas por los padres. Ellos eran los encargados de representar a Dios ante la pareja. Los jóvenes que se casaban hacían un pacto de ayuda mutua y de fidelidad.

    Hoy los padres asisten como testigos, aunque no son los encargados de representar a Dios; eso sucede porque se impuso la tradición de que las autoridades religiosas sean las únicas que dirijan las bodas. No vamos a juzgar si está bien o mal, no viene al caso; lo que corresponde establecer es que lo importante es el pacto que la pareja hace frente a Dios. Es una promesa de mutua ayuda y compromiso. Dos personas que, viniendo de raíces distintas, deciden prodigarse cuidados mutuos y compañía basados solo en el lazo del amor.

    La razón por la que hacemos el compromiso frente a Dios es porque entendemos que necesitamos ratificar el pacto frente a alguien absolutamente trascendente. Dios actúa como garante de una unión voluntaria de dos personas que entienden, que en el diseño del Creador, el enlace de una pareja fue considerado como necesario para el buen desarrollo y equilibrio del ser humano.

    Es cierto que muchas personas consideran que el matrimonio es un contrato civil; por esa razón, suelen darle más importancia a la ceremonia frente a un juez de paz. Sin embargo, esto no es lo que establece la Biblia. De hecho, la tradición de una ceremonia civil es mucho más reciente en el tiempo que el pacto religioso. A partir de la Ilustración, se impuso la idea del contrato; pero, antes se consideraba que casarse ante Dios era suficiente.

    Hoy asistimos a una debacle moral en relación con el matrimonio. Muchos se casan por el registro civil y por la iglesia; pero, en el fondo, no actúan como si estuvieran casados. El pacto no es importante. Incluso, para muchos que cohabitan antes de estar legalmente casados, las ceremonias civil y religiosa no son más que un trámite sin mayor sentido en sí mismo.

    El asunto es que la ceremonia religiosa frente a testigos le da, al pacto, una trascendencia que es la que precisamente hace que los contrayentes asuman el compromiso con más fidelidad.

    Conclusión

    Así que apreciado amigo, lo invito a que piense mejor la próxima vez que se largue a juzgar si algo es “bíblico” o no, puesto que a veces damos por sentado que algo que se realiza simplemente porque se repite es sagrado, cuando simplemente es una tradición, una de las tantas “santas” tradiciones que tenemos y que hemos sacralizado, algunas para bien, y otras para carga.

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