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Quince años o quince errores

PREGUNTA 

¿Es correcta la celebración de los 15 años como ceremonia dentro de la iglesia?



RESPUESTA

Algunas de las respuestas que suelo dar no son “correctamente políticas”, y esta, no lo será. Pero no cree este blog para ganar simpatía, sino para contestar de manera honesta cuestiones que me parecen medulares en la vida cotidiana y desde una perspectiva cristiana.

Historia de una celebración pagana

La fiesta de quince años, se celebra, especialmente en el mundo latino, aunque otras culturas, sin saber su origen se han ido contagiando también con esta “celebración”. En Europa y otros lugares, la celebración tiene matices similares y un origen tan degradante como el de Latinoamérica.

El origen de esta celebración se remonta al pasado precolombino de Latinoamérica. Las niñas que cumplían 15 años se las consideraba que estaban en condiciones de iniciar la vida sexual, por esa razón, en diversas etnias y grupos indígenas, las niñas que cumplían esa edad en una ceremonia especial, eran entregadas al cacique o jefe de la tribu quienes las iniciaba sexualmente, en una violación consentida por los propios padres. La tradición indicaba que el único que podía desvirgar a una niña era el jefe de la tribu. A partir de ese momento, traumático y degradante, se consideraba que las niñas estaban en edad adulta y podían ser entregadas a un hombre para que las convirtiera en su esposa o concubina.

Hay antecedentes arqueológicos que muestran que esta práctica también era común en las culturas cananeas, donde la niña que cumplía 15 años era llevada al templo del dios pagano, generalmente de Baal, y allí era iniciada sexualmente por el sacerdote de turno. Aún más, en este rito degradante de violación consentida, si la niña quedaba embarazada se consideraba que era un privilegio porque “dios” mismo la había embarazado. Por lo tanto, es una práctica con antecedentes muy antiguos.

Desde su origen, por lo tanto, la celebración marca el paso de la niñez a la adultez, pero con un sentido sexista, machista y androcéntrico, donde la mujer es tratada exclusivamente como un objeto sexual, sin derecho a opinión.

Con la llegada de los hispanos que conquistaron América latina, dicha práctica comenzó a perder su vigencia, aunque en muchos lugares, donde los hacendados tenían poder de vida o muerte sobre los indígenas y los campesinos explotados, durante algunos siglos, la explotación sexual continuó con matices diferentes.

Poco a poco, con la introducción de leyes que ponían freno a la esclavitud sexual, dicha práctica perdió vigencia, y se quedó sólo con la celebración que marcaba el inicio de la edad adulta.

Matices sexistas

El problema con esta celebración, es que sólo se realiza con mujeres, lo que de algún modo señala su distorsión sexista.

Cuando se le quitó ese carácter sexual que tenía la iniciación de los quince años, con los siglos se le fue dando otro sentido, similar al que existía en Europa, donde la fiesta de quince años se consideraba un momento de iniciación social. La inspiración fue los bailes de las debutantes en sociedad, donde oficialmente desde ese momento se las consideraba “mujeres”, y podían ser elegidas como esposas o compañeras sexuales. No se esperaba que las mujeres estudiaran o tuvieran un oficio, así que muy jóvenes eran presentadas, así como en un escaparate, para que los varones, generalmente hombres que las doblaban en edad, las eligieran como esposas o concubinas.

Los cuentos de hadas y las historias fantasiosas nacidas de la imaginería medieval y renacentista, sólo reforzaron ese papel de “mujer objeto” y “mujeres en condiciones de…”. En los cuentos las mujeres pasivamente deben esperar a su príncipe azul que las salva de brujas y monstruos, y cuando son rescatadas viven “felices para siempre”.

Nadie habla de las dotes que pagaban los padres para que se “llevaran” a su hija, y fuera menos gravoso mantenerlas (se daban riquezas, fortunas o herencias, los más pobres, mucho más de lo que podían).

Luego, con el advenimiento del poderío del catolicismo a la ceremonia se le dio un manto de “legalidad” pidiendo la bendición divina, y celebrando la iniciación con una misa especial, que se hacía antes de la fiesta de celebración. En la mentalidad popular, de esta manera, se le daba un manto “bendito” a algo que tenía un origen “no santo”.

En la actualidad, la celebración alcanza ribetes escandalosos. Los padres gastan fortunas en sus hijas para presentarlas en sociedad y sin darse cuenta, envían un mensaje errático a sus hijas, que desde ese momento son consideradas “sexualmente disponibles”.

La dignidad de ser mujer

Una fiesta de quince años, donde las agasajadas son exclusivamente mujeres, envía un mensaje profundamente perturbador para el ser mujer.

Para empezar, el sólo ser para mujeres, señala ya un elemento distorsionador que altera el diseño de Dios, donde varón y mujer reciben las mismas bendiciones de Dios en igualdad, nunca en jerarquía.

En cierto modo, la fiesta señala la diferencia de cómo son tratadas las mujeres y los varones. En esencia, indica que la mujer es un objeto sexual que debe ser tratada como una presea que está a disposición de quien quiera tomarla a partir de ese momento. No se dan cuenta, que a los quince años, sólo son niñas jugando a ser adultas, pero nada más que infantes en cuerpo de personas mayores.

Por otro lado la ropa que se elige (generalmente color blanco), no hace más que reforzar valores sexistas, porque se le exige a la mujer pureza y castidad, lo que no es ecuánime con lo que se le pide al varón. Se hace énfasis en la mujer como alguien que debe ser “guiada” (de allí que en los bailes debe haber un Chamberlain varón que las guíe), para ser entregada a un varón, que continuará su “educación”. Todos símbolos que no hacen más que denigrar a la mujer.

En las ceremonias religiosas y en las homilías que se pronuncian en estas ocasiones se las invita a reflexionar en su sexualidad, en la pureza y la castidad, y en la necesidad de refrenar sus impulsos para poder llegar “virgen” al matrimonio. Cosa que es totalmente opuesta en los ritos de iniciación que se realiza con los varones, donde habitualmente se los incita a todo lo contrario. Aún me causa impacto lo que viví en un país X, donde los jóvenes son llevados por un líder de la iglesia para que sean iniciados sexualmente por una mujer que en el pueblo está para realizar dicha función. Cuando alegué de lo inmoral y degradante de dicha práctica, me quedaron mirando como si fuera extraterrestre.

Dios y las tradiciones

Lamentablemente hacemos de la tradición una norma. No hay evidencias de que los israelitas practicaran fiestas de iniciación, difícilmente lo harían considerando la connotación que tales fiestas de iniciación tenían entre los pueblos cananeos.

Al contrario, se esperaba que todo niño o niña a los 12 años de edad fuera por primera vez al templo, y desde ese momento se le pidieran responsabilidades mayores. Es decir, su inicio como persona con más responsabilidad no estaba marcado por ninguna acción sexista. La ceremonia, que incluía el recibir por primera vez su nombre, era un acto religioso, y no tenía nada que ver con fiestas, gastos, suntuosidad, y menos con ritos cargados de connotaciones sexuales.

En Israel se celebraba el matrimonio de una manera digna, como una ceremonia que celebraban los padres, y nunca con connotaciones de sexismo como se observa en las fiestas de quince años.

Mi oposición

Por mi parte, rechazo completamente esta fiesta por las siguientes razones:

  1. Tiene un origen que derechamente denigra a la mujer.
  2. Se le envía un mensaje confuso a las niñas que de pronto se ven expuestas a presiones sexuales precisamente porque sus mismos padres la han puesto en esta situación.
  3. Es una fiesta sexista, de tintes machistas y que no hace bien para la ponderación del ser humano como varón y mujer en igualdad de condiciones.
  4. Pedir una bendición en la iglesia para esta fiesta, o con la presencia de un religioso, no hace más que darle un tinte de legalidad bendita a algo que tiene un origen oscuro y un presente distorsionador.
  5. Si queremos enviar un mensaje de equilibrio, la fiesta de quince años hace todo lo contrario. Eterniza el que la mujer sea tratada como objeto sexual y que esté a disposición de un varón, lo que va contra el diseño de Dios.
  6. En los contextos actuales, la gente se endeuda, paga enormidades de dinero, para una fiesta que no tiene sentido, y está cargada de simbolismos degradantes, que creo no corresponden a la filosofía bíblica ni cristiana.

Conclusión

No es fácil nadar contra la corriente, pero siempre es mejor ser leal a la conciencia y las convicciones. Cuando nuestra hija llegó a esa edad no hicimos fiesta de quince años. Si le celebramos su cumpleaños, tal como lo hicimos con su hermano a su edad. Tuvo más importancia para nosotros como familia, cuando nuestra hija tuvo su primera menstruación, allí hicimos una fiesta privada con sus amigas, luego la llevamos a un restaurante en un agasajo privado con sus padres, le hicimos un obsequio inolvidable y le hablamos del inmenso privilegio que recibía de poder tener la posibilidad de algún día convertirse en madre. Fue íntimo, privado y lleno de mensajes positivos para su ser mujer. Nuestra hija se sintió validada como mujer, respetada como persona y en ningún caso tratada como objeto sexual.

Espero que algún día los padres se dejen llevar por el sentido común, por principios de respeto a la condición humana y dejen a un lado tradiciones que de santa no tienen nada.


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La sexualidad bajo sospecha

PREGUNTA

“Que es licito en la relación de pareja o que está permitido en la relación sexual. Disculpe la pregunta pero ahora esta tan pervertido todo que sería bueno una orientación. Muchas gracias que Dios le bendiga”.




RESPUESTA

Apreciada amiga:

Te agradezco la pregunta, supongo que muchos en ocasiones se preguntan lo mismo. No es sencillo responder, porque la sexualidad tiene tantos matices y perspectivas, que resumir todo en una sola respuesta puede ser una tarea titánica.

Para empezar, desde siempre han existido personas que han procurado normar la vida sexual, especialmente la ajena. Existe una especie de voyerismo mental de muchas personas que viven pensando en saber lo que sucede bajo las sábanas del lecho ajeno. Hay que tener cuidado, para no caer en normar lo que es un don para ser vivido en libertad.

Una historia de desaciertos

La historia de la sexualidad está teñida de una gran cantidad de desaciertos, que en general, han ido de un polo a otro polo, de un extremo a otro. Desde las bacanales griegas representadas por el dios Dionisio hasta la búsqueda de control total propio del estoicismo romano. Siempre ha sido así, y no creo que alguna vez cambie este ir desde un límite a otro.

En la Edad Media, con la introducción de un cristianismo que se pervirtió en todos los aspectos, con su despotismo religioso y su afán de control de la conciencia ajena, se introdujeron algunas de las grandes herejías que perduran hasta hoy y que han afectado notablemente la perspectiva de toda la realidad, especialmente de la sexualidad.

Agustín de Hipona, uno de los escritores cristianos más influyentes de la cristiandad después de Pablo, era un ex – soldado que tuvo una vida desenfrenada, especialmente en el ámbito sexual, eso está contado en primera persona en su libro Confesiones, donde narra su conversión y también los problemas personales que tenía. En su afán por buscar expiar su conciencia por todo lo que había hecho se convirtió en una especie de asceta que buscó controlar todos los impulsos que lo aterrorizaban, en especial sus deseos sexuales.

Agustín interpretó el cristianismo a partir de su visión maniquea de la existencia, corriente de pensamiento a la que pertenecía antes de hacerse cristiano (es decir, concebir la existencia como una lucha entre dos fuerzas igual de poderosas, el bien y el mal). Tomando esa idea de fondo, optó por una cosmovisión dualista, heredado de los griegos. En la práctica sugirió que todo lo relativo al cuerpo debía ser rechazado. Se convirtió en un individuo que renegaba de su cuerpo y de sus deseos corporales, incluyendo la comida, lo sensual y sin duda, lo sexual.

Desde esa línea de pensamiento sugirió, entre otras cosas, que el pecado de Adán y Eva consistió en que tuvieron relaciones sexuales, en su concepción errónea, el ser humano no podía no pecar si quería cumplir el mandato bíblico de procrear. La sexualidad se puso en duda como una acción que de algún modo estaba prohibida o al menos, tenía un carácter sospechoso. Lo que no admitió nunca es que sus propios problemas sexuales se convirtieron en una obsesión dentro de su teología.

Como consecuencia del pensamiento de Agustín de Hipona la sexualidad fue circunscrita exclusivamente a la procreación, y se consideró que buscar la sexualidad sólo por placer era una negación de su propósito esencial.

Por esa misma razón se introdujo el celibato entre el clero, pensando que sólo la abstinencia sexual podía hacer a una persona más santa y digna para dedicarse sólo a la tarea monacal y sacerdotal, concepto que evidentemente no está en la Biblia y que es fruto sólo de la tradición.

Este pensamiento de dudar de la sexualidad, con diversos matices perduró por siglos, incluso hasta el siglo XX. Diversos autores cristianos no hicieron más que repetir dichos conceptos y aumentarlos con diversas teorías y argumentos que no hicieron más que traer confusión, represión y desarrollar de paso una serie de disfunciones sexuales asociadas a la culpa y la distorsión de la que fue fruto la experiencia sexual. Un buen análisis de esta historia en todos sus detalles se encuentra en el libro de Uta Ranke-Heinemann, Eunucos por el reino de los cielos.

La negación del placer

Una de las primeras víctimas de este pensamiento represor de la sexualidad fue la negación del placer como un componente esencial de la sexualidad. Se concibió el placer mismo como una muestra de pecaminosidad, por eso hasta el día de hoy, hay personas que se refieren a la sexualidad en términos despectivos o de rechazo, porque en sus mentes “placer” y “rectitud” no van juntas.

Sin embargo, la Biblia presenta claramente que la sexualidad está asociada al gozo (Proverbios 5:18) y al placer (Cantares 1:2). Reprimir la sexualidad, es simplemente, un sin sentido, que no tiene lógica.

La sexualidad fue creada por Dios no sólo para la procreación, como enseñaron los escritores medievales (los de antes y los de ahora), sino para gozar plenamente de su sensualidad.

El libro de Cantares está lleno de imágenes de sensualidad y erotismo, que lamentablemente están cubiertas de un manto de traducciones que han escondido el verdadero sentido del placer sexual.

La base de la vida sexual

Hemos dado este aparente rodeo, para contestar derechamente, que la base de la relación sexual de una pareja es el respeto, la dignidad y la libre expresión de los afectos.

El respeto, porque no se puede amar sexualmente sin respetar a la persona con la que nos relacionamos. A menudo algunos olvidan que cuando se vive la vida sexual, no se unen dos cuerpos, sino dos personas. Que sienten, piensan, y son dignas. La vida sexual debe vivirse con respeto, eso implica, que ambos deben sentirse plenos. Nadie debería ser obligado a hacer algo que lo haga sentir inferior o degradado. Ese principio, debería ser vivido y respetado por cualquier persona que entiende que la vida sexual es en primer lugar, una forma de comunicación.

La dignidad nunca debería ser lesionada por presiones sexuales que no tienen que ver con la esencia del ser humano creado por Dios a su imagen y semejanza. Este segundo principio implica que la dignidad de la persona debe ser respetada siempre. Si alguien, en contra de su voluntad, es obligada a hacer algo que maltrate su dignidad, no tiene lugar en la vida sexual de la pareja.

La libre expresión de los afectos es básica. Una relación de dos personas que son libres, se caracterizará por el respeto, la dignidad y sobre todo, por considerar que es una expresión libre, nunca forzada, ni teñida con expresiones que nada tienen que ver con la esclavitud sexual o el sometimiento a la fuerza.

Si estos tres principios son considerados: Respeto, dignidad y libertad, entonces, la sexualidad se desarrollará de manera adecuada.

Una pareja puede sentirse libre de expresar su sexualidad como lo desee, siempre que ambos se sientan respetados, dignos y libres. De otro modo, la relación sexual será algo muy distinto al plan divino.

Dar recetas sexuales a menudo lo único que hace es confundir el sentido de la sexualidad. Hace que se olviden que la sexualidad para vivirse de manera equilibrada precisa de dos personas que no sólo estén de acuerdo, por eso se llama consentimiento, sino que además, logren entender que al prodigarse caricias y expresiones sexuales, lo hacen bajo el amparo de un compromiso de amor, nunca como expresión única de liberación sensual.

Conclusión

Debemos quitarle a la sexualidad ese manto de sospecha. La vida sexual vivida en el matrimonio y bajo el amparo de un compromiso mutuo, no tiene nada de malo, al contrario, es una expresión sana de dos personas que se prodigan mutuamente sensualidad, en un plano de intimidad donde no hay lugar para nadie más.

Privarse de placer y reprimir la vida sexual, no sólo es dañino, también pervierte el verdadero sentido de esta expresión divina que vivida de manera equilibrada y respetando los tres principios que hemos señalado, puede convertirse en una bendición plena para el ser humano.


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Anillo de bodas

PREGUNTA

“¿Por qué en la iglesia no se permite a los novios ponerse los anillos en la iglesia y hacemos igualmente una ceremonia aparte en la fiesta o en la casa para el compromiso? ¿No es lo mismo? ¿Es esto cultural? o ¿es porque es tradición católica? porque si es por tradición del catolicismo no podríamos utilizar la iglesia para casarnos”.

RESPUESTA 

Apreciada amiga:

Para muchas congregaciones, el asunto del anillo de bodas en particular y las joyas en general, se ha convertido en un asunto de norma de fe, aun cuando en la Biblia no tiene ese carácter. Muchos parecen olvidar que las mujeres israelitas siempre usaron adornos externos, el consejo de Pablo fue dado en el contexto de la ostentación, propia de su época.

Muchas de las denominaciones protestantes y evangélicas que proliferan en el mundo latinoamericano, originalmente vinieron de EE.UU., desde donde se impusieron como normas costumbres propias del siglo XIX.

Metodistas, bautistas, episcopales, anglicanos y otras denominaciones históricas, tenían alguna posición respecto a las joyas y, evidentemente, sobre el uso del anillo. No obstante, con el paso del tiempo, los criterios fueron cambiando y paulatinamente se dieron matices y reformas en muchas denominaciones, sin embargo, en el mundo latino, el asunto ha tomado un cariz distinto, generalmente asociado al conservadurismo propio del latino y también a la influencia cultural del catolicismo.

En el siglo XIX muchas congregaciones norteamericanas históricas (bautistas, metodistas, y otros) consideraban un pecado utilizar oro como adorno, sin embargo, no lo convirtieron en norma de fe, al contrario, realizaban una labor de persuasión amorosa hacia quienes utilizaban “oro” (que era la forma en que se referían al tema), sin embargo, con el tiempo dejó de ser una preocupación, se privilegiaron otras cosas y la práctica de usar oro y otros adornos, no se consideró más algo pecaminoso, excepto, en comunidades latinoamericanas que siguieron con una visión más restrictiva del asunto, en esto destacan las comunidades pentecostales y adventistas.

¿Por qué se produjo el cambio en las Iglesias norteamericanas respecto al uso de oro como adorno? La razón fundamental fue la oleada de inmigrantes, principalmente provenientes de Europa, donde era común utilizar joyas y se consideraba una obligación cultural el utilizar anillo de bodas. Eso hizo que muchas denominaciones protestantes y evangélicas de EE.UU. flexibilizaran su posición, no así, las recientes formadas iglesias en Latinoamérica, que veían en el uso de joyas una práctica pecaminosa y en el anillo de bodas un resabio de prácticas paganas.

La iglesia adventista y su concepción de las joyas

La iglesia adventista, que había sido formada a partir de múltiples denominaciones, enfrentó el mismo dilema. Una gran cantidad de los miembros originales del movimiento adventista provenían de la iglesia metodista, incluyendo algunos de sus pioneros más influyentes, como Elena de White, no es extraño que trajeran con ellos su resistencia a las joyas y al anillo de bodas, porque en sus iglesias de origen esa era la tónica.

Los pioneros adventistas, creían que las joyas y el uso de “oro” era una forma ostentosa de vivir. Esto es comprensible en una época donde las joyas verdaderamente eran un gasto excesivo para cualquier persona común y representaba una inversión de una gran cantidad de dinero.

Se aferraron al pensamiento de 1 Timoteo 2:9-10, y lo hicieron una norma, aun cuando el contexto de Pablo es otro. Invitaron a un vestir sencillo y desprovisto de oro. En ese contexto deben entenderse las palabras de E. G. de White escritas en 1881 donde señala que:

“Ese anillo que rodea su dedo puede ser sencillo, pero inútil, y su uso tiene una mala influencia sobre los demás".[1]
Sin embargo, dicha explicación o reacción tiene como contexto lo que sucedía en ese momento en EE.UU. donde entre los grupos cristianos se consideraba que todo “oro” era un adorno que debía ser quitado. Hasta ese momento, el uso de anillos de bodas en las ceremonias nupciales era considerado una opción y no una obligación.

Para una mente pragmática como la de E. G. de White, era “inútil” tener un anillo (no se está refiriendo aquí al de bodas, sino al anillo en términos genéricos), porque era un gasto innecesario.

No se observa en E. G. de White, respecto a los anillos y las joyas una actitud pontifical o condenatoria, sino pragmática. Fiel a la influencia metodista que tenía su posición era que los cristianos debían vestirse “de una manera tan modesta y apropiada” para que fueran recibidos en cualquier lugar.
“Las joyas y los vestidos costosos no nos darán influencia. Pero el ornamento de un espíritu manso y pacífico ­resultado de la devoción al servicio de Cristo­ nos dará poder con Dios”.[2] 
Con lo cual tiene razón, pero no fluye en ella una actitud condenatoria, sino pragmática, lo que es la tónica de E. G. de White, distinto al uso que hacen algunos que leen sus escritos.

Ella hace llamados a utilizar el dinero que se usa en joyas en obras de bien, y tiene razón, en su contexto el costo de las joyas era oneroso y un gasto no sólo excesivo, sino además fuera de lugar en una realidad donde habían muchas necesidades. No estoy seguro que el mismo argumento sería válido en la actualidad en todos los lugares.

Elena G. de White y el uso del anillo de bodas

Es extraño lo que sucede en la mente de muchos adventistas, creen que el tema del anillo de bodas es fundamental y vital en el pensamiento de E. G. de White, pero eso es falso, no es así. Ella escribió más de cien mil páginas y sólo tiene una sola declaración explícita sobre el tema. Eso es muy decidor, no era un tema que le quitaba el sueño y no le daba la importancia que algunos de sus lectores, equivocadamente le dan. UNA CITA entre 100.000 páginas es indicador de que darle la importancia que algunos le dan es, simplemente, excesivo. Si la autora no lo hizo, el que sus lectores lo hagan es buscar una aguja en el pajar, y luego, creer que tiene más importancia que el granero.

La declaración tampoco fue pública, otro elemento importante a la hora de tratar este tema. Si lo escribió en una carta y NUNCA LO PUSO EN UNO DE SUS LIBROS, es otra señal de que no le daba al tema la importancia que algunos le dan. Mucho tiempo después, el contenido parcial de esa carta escrita en 1892, en Melbourne, Australia, fue publicado en 1923. Pensemos en fechas: E. G. de White comenzó a publicar en 1844, 48 años después hace una declaración sobre el anillo de bodas en UNA CARTA y recién en 1923 se hace pública, es decir 31 años después de su declaración privada, implica que entre 1892 y 1931 algo cambió en la mente de quienes decidieron publicar esa sección de una carta y convertir algo que era una opinión personal escrita en una carta privada, en algo normativo para la iglesia. Demoraron 79 años en publicar algo sobre el anillo de bodas, si es tan importante como algunos suponen, ¿por qué tardaron tanto en hacer pública una declaración sobre el anillo de bodas?

Ahora, la declaración de 1892 tiene un contexto. Ella estaba en Australia, donde en ese año había 376 adventistas (1889, General Conference Bulletin, 47-50), como es obvio, habían muchas necesidades, por lo tanto, era preciso buscar recursos de todos los lugares posibles. Comprar una argolla de matrimonio, evidentemente, aparecía como un exceso en un contexto de tanta necesidad, no tener esto en cuenta, es hacerle un flaco favor a su pensamiento.

Otro elemento que ayuda a comprender esto es que la cultura australiana consideraba como OBLIGATORIO el uso de la argolla de matrimonio, se suponía que alguien que no lo usaba estaba renegando de su matrimonio, sin embargo, la carta que E. G. de White dirige a los misioneros norteamericanos y no a todos, tiene el objetivo de animarlos a no gastar el inmenso costo de esas argollas y defender el hecho de que en EE.UU. en esa época no era un asunto obligatorio.

La declaración en cuestión dice:
"Algunos han sentido una preocupación con respecto al empleo del anillo de matrimonio, pues creían que las esposas de nuestros ministros debían conformarse a esta costumbre. Todo esto es innecesario. Tengan las esposas de los pastores el anillo de oro que une sus almas a Cristo Jesús, un carácter puro y santo, el verdadero amor, la mansedumbre y la bondad que son el fruto que lleva el árbol cristiano, y su influencia será segura por doquier. El hecho de que la falta de consideración hacia la costumbre determina observaciones no es una razón buena para adoptarla. Los norteamericanos pueden dar a entender su posición declarando sencillamente que la costumbre no se considera como obligatoria en nuestro país. No necesitamos usar la señal, porque no somos infieles a nuestro voto matrimonial, y el uso del anillo no sería ninguna evidencia de que somos fieles. Tengo una profunda convicción sobre este proceso de fermentación que parece estar en marcha entre nosotros, para inducirnos a conformarnos a la costumbre y a la moda. Ni un solo centavo debiera gastarse en un anillo de oro para testificar que estamos casados".[3] 
Algunos elementos que hay que tener en cuenta:

1. La cita está dirigida a los misioneros norteamericanos que estaban en ese momento en Australia y que se veían presionados a tener anillo por una cuestión cultural, eso implica, que ella no lo pensó como una norma para todo el mundo.

2. En EE.UU. no era un asunto obligatorio en esa fecha, por lo tanto, no se veía mal que los esposos o esposas no usaran anillo.

3. Ella considera, lo que es una idea correcta, que el anillo no es una prueba de fidelidad.

4. Eran tantas las necesidades, que gastar dinero en un anillo aparecía como algo inútil.

5. Por último, ella veía la posibilidad de que el uso del anillo sirviera de fermentación, entre los misioneros norteamericanos, de conformidad a la moda y la costumbre. Esto último es el único argumento que me parece digno de considerar para nuestro contexto actual.

Pero lo más importante de la cita, que la mayoría de las personas que exige el uso de no anillo y hace de esto un asunto de discipulado y normativo, es la segunda parte de la cita, que lamentablemente, como suele hacerse se cita en muy contadas ocasiones, siguiendo la maldición del texto prueba, es decir, buscar una frase o algo que avale mi propio pensamiento, algo que también suele hacerse con la Biblia. A continuación de lo que ha dicho antes ella señala:
“En países donde la costumbre es imperativa, no tenemos ninguna preocupación por condenar a aquellos que tienen su anillo matrimonial; úsenlo si pueden hacerlo a conciencia; pero no sientan nuestros misioneros que el uso del anillo aumentará su influencia en un tilde o una jota. Si ellos son cristianos, esto se manifestará en la semejanza a Cristo que revelará su carácter, en sus palabras, en sus obras, en el hogar, en su relación con los demás.[4] 
Si se entiende bien lo que ella señala es simplemente que si hay algún lugar donde es costumbre no deberíamos condenar a quienes lo usan, en esto una vez más, muestra pragmatismo y no dogmatismo como muchos que usan esta cita.

Otro incidente que muestra su flexibilidad es un incidente que ocurrió en Europa, en Suiza, donde un predicador hizo una defensa en contra de todas las joyas, incluyendo el anillo de bodas. Considerando que eso era una costumbre muy arraigada en Europa, provocó mucha controversia. Estaba presente su hijo W. C. White quien consultó a su madre la que respondió:
“Ella [Elena G. de White] dijo que donde se demandaba el uso del anillo de bodas por costumbre como asunto de fidelidad, nuestros predicadores no deben presionar el asunto de ponerlo aparte" (W. C. White, carta a D.C. Babcock, 6 de agosto de 1913, 1). 
Nuevamente, impera el sentido común, para evitar situaciones lamentables.

Para concluir esta parte, E. G. de White, nunca imaginó que su consejo dado a un grupo de misioneros en Australia, en una carta privada, se convertiría en regla y en algunos casos en motivo de exclusión de la iglesia, algo totalmente ajeno a su pensamiento y a su actitud pragmática y conciliatoria.

Punto de vista oficial

El asunto se mantuvo allí sin mayor variación, hasta 1923 cuando fue publicada la cita por primera vez, es decir, 79 años después de que E. G. de White comenzara a escribir, lo que es muy sintomático. Hasta ese año era habitual que se usara el anillo en las ceremonias de bodas de las iglesias protestantes, incluida las congregaciones adventistas.

Sin embargo, en el año 1932 se agregó al Manual de Iglesia la declaración:

“Resolvemos. . . que nosotros vemos desagrado sobre la ceremonia de anillos, y sobre los ministros oficiando matrimonios de creyentes e incrédulos o con los que no son de nuestra fe".[5]
Esta declaración apareció en los manuales de iglesia hasta el año 1951.
En el manual de 1951 se volvió a agregar, pero por una cuestión de cambio cultural en los EE.UU. y producto exclusivamente de la Segunda Guerra Mundial donde se hizo popular el uso del anillo de bodas, especialmente para quienes partían a la guerra, como una muestra de lealtad, eso cambió el panorama, y algo que no era costumbre, poco a poco se volvió tal por efecto de un momento histórico particular. A eso reaccionaron muchos desde Norteamérica y apareció una declaración explícita sobre el anillo:

"En algunos países la costumbre de llevar el anillo matrimonial es considerada obligación, teniendo que llegar a ser, en las mentes de los demás, un criterio de virtud, y de que no es considerado como adorno. Bajo tales circunstancias no estamos en disposición de condenar tal práctica." (Esta declaración ha aparecido sin cambio de texto en todas las ediciones del manual de iglesia desde 1951 hasta 1990)

En 1986, dándose cuenta que era absurdo vetar el uso del anillo de bodas, en el Concilio Anual de la División Norteamericana se tomó el siguiente voto:
“Votamos en reconocer que, en armonía con la posición establecida en el Manual de Iglesia (pp.145-146), algunos miembros de la iglesia en la División Norteamericana como en otras partes del mundo sienten que el uso de un simple aro matrimonial es un símbolo de fidelidad al voto matrimonial, y declarar que tales personas debieran ser completamente aceptadas en el compañerismo y el servicio de la iglesia. " (Reunión de Fin de año de la División norteamericana de noviembre 5 al 11 del 1986). 
En el Manual de Iglesia de 2010 se lee:
“En algunos países, la costumbre de usar el anillo matrimonial es considerada como algo imperativo, y llegó a ser, en la mente de la gente, un criterio de virtud y, por lo tanto, no es considerado como un ornamento. En tales circunstancias, no sentimos que debamos condenar esta práctica”.[6] 
 Una vez más, vuelve el sentido común que se perdió por algunos años y se retoma el camino de E. G. de White, del pragmatismo.

Bodas en la iglesia

Respecto a la última parte de su pregunta, sobre bodas en la iglesia, creo que tiene toda la razón. Originalmente las bodas eran realizadas por los padres de los contrayentes, porque sellaban un vínculo familiar. Eso duró hasta bien entrada la Edad Media, sin embargo, poco a poco fue ganando terreno el concepto de “matrimonio sacramental” o del “matrimonio como sacramento”, una idea falsa, introducida al cristianismo de la mano de personas que tenían aversión a la vida sexual, y de algún modo buscaban restringir el matrimonio.

La idea del matrimonio como sacramento fue que el matrimonio confiere méritos de salvación, idea absurda que no tiene ningún fundamento bíblico.

Por decreto papal se les quitó el derecho a los padres de dirigir las bodas de sus hijos y se consideró que era un privilegio exclusivo de los sacerdotes. Nuevamente, no hay ningún registro bíblico que avale ese concepto, de que sólo un sacerdote o religioso pueda oficiar una boda o pedir una bendición sobre la misma, en este caso, la tradición se ha impuesto como norma.

Hasta el siglo XII, los matrimonios no eran oficiados por sacerdotes. Era un asunto netamente familiar. Ni siquiera se realizaban las bodas en la iglesia. La mayoría de las ceremonias matrimoniales eran oficiadas por los padres o por el varón más importante del clan, y se realizaban en el campo, o frente a las casas de los que iban a casarse.

Sin embargo, desde mediados del siglo XII entró en plena vigencia una ley eclesiástica conocida como “ley canónica”, y se introdujeron dos cambios cuyos efectos perduran hasta hoy; por una parte, la Iglesia Católica presionó para que las personas se casaran en presencia de un sacerdote, en una audiencia pública con testigos, y que la ceremonia tuviera lugar en el templo, más específicamente, a las puertas de las iglesias. Siglos después, las bodas comenzaron a ser realizadas en el interior del templo frente al altar.

Muchas personas creen que siempre las bodas se celebraron en un templo y que tuvieron un carácter netamente religioso, pero, históricamente eso no es correcto. Lamentablemente se le dio al matrimonio un sentido que no tiene y que no aparece en ninguna parte de la Biblia, y que derivó más tarde en el dogma del matrimonio como sacramento.

El argumento de que la boda debe ser celebrada únicamente en un templo porque allí está la presencia de Dios no tiene asidero lógico ni bíblico. ¿No está acaso Dios en todas partes? En particular, las mejores bodas que he dirigido y participado han sido en parques, en el contexto de una naturaleza que invita a la alegría y la paz.

Así que una vez más, como ha pasado en muchas ocasiones, la tradición pudo más que la Biblia. Hacer una defensa irrestricta de negarse a una ceremonia de anillos o por otro lado defender el aceptarla, en ambos casos, es cuestión de criterio cultural, pues aún el Manual de Iglesia está influenciado por un asunto de la cultura.

Conclusión

Recién a partir del siglo XIX, se instauró la moda de llevar el anillo de matrimonio en el cuarto dedo de la mano izquierda, porque supuestamente a ese dedo llega una vena directamente del corazón.

Por otra parte, se le dio un sentido a la forma circular del anillo, significando eternidad, continuidad y amor por siempre; en un círculo que supuestamente no debería acabar.

Creo que tener o no anillo, hacer o no ceremonia, es una cuestión netamente cultural, y no tiene mayor importancia que otras costumbres. Es, simplemente, un símbolo que se impuso.

A veces nos olvidamos de que estos símbolos no son más que eso: distintivos que no tienen más sentido que ese. Señalar un momento especial en la vida de dos personas.

Con anillo o sin este, las parejas deberían señalar con su vida y la forma en que actúan que han hecho un compromiso de por vida, que debería cambiar significativamente sus vidas.

Las ceremonias de compromiso, sean religiosas o civiles, lo único que hacen es ratificar decisiones que se han tomado antes. Hacen oficial lo que ya es un hecho: la decisión de dos personas de vivir el uno para el otro.

Es lamentable, que algo cultural, y donde E. G. de White asumió una postura totalmente pragmática se haya convertido en el tiempo en una norma impositiva y con carácter sacro.



[1] Elena G. de White, Testimonies for the Church (Mountain View, CA.: Pacific Press, 1948), 4:630.
[2] Elena G. de White, Mensajes selectos (Buenos Aires: ACES, 2000), 3: 284.
[3] Elena G. de White, Testimonios para los ministros (Buenos Aires: ACES, 1979), 180. La misma cita se encuentra en Joyas para los testimonios (Mountain View, CA.: Pacific Press, 1971), 1: 602.
[4] White, Testimonios para los ministros, 180.
[5] The General Conference of Seventh-day Adventist Church, Church Manual (Washington: Review and Herald, 19329, 175.
[6] Iglesia Adventista del Séptimo día, Manual de iglesia (Buenos Aires: ACES, 2010), 141.

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Violación espiritual


PREGUNTA

“En cuanto al tema de abusos, tengo entendido que hay distintas clases. He sido víctima de abuso psicológico, físico y sexual. Sin embargo trabajé y trabajo mucho para sanarlos. Hoy, cuando más necesitaba un "así dice Jehová", me siento una Tamar espiritual. Lo más triste, es sentir que hay Amnones con traje y corbata. He sido víctima de un abusador que aún sigue predicando, pero no es mi problema ahora. Hoy me siento violada espiritualmente. No sé si han atentado contra mi inteligencia o creerán que hay debilidad en mí por ser mujer o quizá por tratar de encontrar un equilibrio entre mi decir y mi actuar. Mi pregunta es la siguiente: ¿Cómo hace el pueblo de Dios para "perdonarlos porque no saben lo que hacen"? ¿Cómo creer que "no saben lo que hacen"? Es cierto que debo mirar a Dios y no a los hombres, sin embargo, soy presa de ellos y no puedo defenderme. Quiero ser de bendición y de ayuda para que no haya más víctimas, ¿cómo puedo colaborar?” 



RESPUESTA

Apreciada amiga:

El tenor de tu carta es muy triste. Sentirse como tú te sientes es una carga emocional muy grande. Toda mi empatía por lo que has vivido, que evidentemente, nunca debió ocurrir.

Clases de abuso

Claro, hay muchas clases de abuso. En el folklore cristiano y social, suele creerse que abuso es cuando una persona ha sido golpeada o violada. Son formas de abuso, evidentemente, violentas y destructivas. Pero hay otras formas tan destructivas como es:

El maltrato emocional. Que a la larga suele ser tanto o más dañino que el maltrato físico porque produce secuelas psicológicas devastadoras para las víctimas. La humillación constante, la denigración, la comparación, la agresión emocional aunque sea sutil, va provocando el mismo efecto que una gota sobre el granito, tarde o temprano, termina por romper la roca más dura.

La manipulación religiosa. Muchos usan la Biblia con el propósito de lograr su cuota de poder sobre sus víctimas. Padres que golpean a sus hijos mal usando textos de la Biblia, como “vara a la espalda del necio”; varones que maltratan a sus esposas con la distorsión de que son “cabeza del hogar”; varones que violan a sus esposas sintiéndose con derecho y exigiendo que sus esposas cumplan el “deber conyugal” mal usando a Pablo; y la lista podría seguir.

La violencia económica. Que suele darse con más frecuencia en hogares donde las mujeres son dependientes económicamente, porque no producen recursos adicionales, que son los hogares donde las mujeres son más vulnerables a este tipo de manipulación, por efecto de varones que consideran que tienen el poder de decidir qué y cómo se gasta, sin entender, que el matrimonio es una unión donde se comparten talentos, tal como expresa Proverbios 31.

El bullying religioso. Que es el matonaje que se da en algunas iglesias, cuando un dirigente, por la razón que sea, promueve que alguien que no goza de su predilección sea perseguido, aislado, maltratado o simplemente, abandonado, para “cuidar el buen nombre de la iglesia”, sin entender que esa actitud enloda a la iglesia o para “cuidar la imagen de la comunidad”, cuando con ese matonaje lo que se hace es denigrar la imagen.

El aislamiento social. De esposos y en algunos casos de esposas, que impiden a sus cónyuges relacionarse con sus amigos personales, que tenían antes de ser pareja, o de vincularse con otras personas, incluyendo a sus propias familias de origen. Con esa actitud suelen ganar espacios de poder con sus víctimas que no lo tendrían si la relación de su víctima fuera normal con otras personas.

Control mental. Los abusadores y abusadoras, son expertos en manipulación psicológica. Hacen su jugada maestra cuando logran tener el control mental sobre sus víctimas convenciéndolas que no son dignas, ni aptas, y que por su culpa ellos o ellas se comportan de la manera en que lo hacen. Es mucho más común de lo que la gente imagina.

Podríamos seguir, enumerando y describiendo múltiples formas de abuso. Sin embargo, no importa qué tipo de abuso se trate, todas sus formas tienen un denominador común: Poder. El que abusa quiere tener poder sobre su víctima. Todo lo que hace es para doblegar a otra persona a vivir bajo sus cánones.

Sanar el abuso

Tal como lo dices, hay mucho trabajo que hacer. El abuso no es cuestión de voluntad solamente, también se precisa dirección y guía.

Una persona abusada, no sólo es vulnerable porque queda a merced de alguien que no tiene escrúpulos para maltratar, sino que además, recibe heridas físicas, sexuales y emocionales, que tarda mucho tiempo en sanar.

El proceso de convertirse de víctima en sobreviviente, puede llevar, en algunos casos, el resto de la vida.

Insisto que hay que buscar ayuda. En esto vale la expresión de las abuelas “a Dios orando y con el mazo dando”. Es preciso orar, pero también es necesario buscar la forma de acercarse a quienes han estudiado el fenómeno, y de manera objetiva, pueden darle herramientas a las víctimas para que se conviertan en resilientes.

Muchos, especialmente en el ámbito cristianos, suelen espiritualizar los problemas que viven, creyendo que sólo la oración y el estudio de la Biblia los va a sanar. Creo en la oración y el estudio de la Biblia, pero aún Cristo buscó la compañía de la familia de Marta, María y Lázaro, cuando necesitó llenar las baterías emocionales y estar en un medio ambiente libre de presión.

La iglesia, especialmente, cuando es una iglesia sana y no conflictiva o elitista, sirve de red de apoyo al otorgar a la víctima un ambiente sano donde puede ser contenida, abrazada y apoyada. Por eso que es tan importante elegir una buena comunidad cristiana, hay grupos cristianos que son condenadores, acusadores y a menudo se ponen de parte del victimario y no de la víctima, de esas congregaciones hay que huir, porque de un modo u otro pueden acrecentar el problema.

Violación espiritual 


Creo entender lo que dices. He escuchado a más de una persona referirse a sí mismas de esa manera, especialmente, cuando ven que el abusador es un predicador, o un líder religioso respetado, o algún miembro de la comunidad cristiana, que simplemente, vive una doble vida, violento en casa, pacificador fuera de ella.

Lamentablemente, y debes saberlo, todas las iglesias tienen el potencial de atraer a personas que honestamente buscan ser sanados por Jesús y otras que buscan congregaciones religiosas porque saben que en general, en las iglesias somos más ingenuos y dejamos pasar algunas cosas, y no entendemos que muchos enfermos se refugian en las congregaciones para poder dar rienda suelta a sus impulsos desviados, utilizando la inocencia, buenos propósitos e ingenuidad de muchos buenos cristianos.

No me cabe duda que hay predicadores que tienen rasgos psicopáticos o lo son derechamente. En muchas congregaciones, entre profesos religiosos, abunda la neurosis, la violencia simbólica, la incoherencia, delirios de mesianismo, manipuladores, pedófilos, abusadores y la lista es larga. Muchos vienen honestamente a buscar ayuda, y muchos la encuentran. Pero otros, usan la religión para exacerbar sus propios problemas personales que arrastran de otros contextos. No es de extrañar que en los psiquiátricos y en las cárceles, abunden personas religiosas, no porque la religión los enferma, necesariamente, como se ha sostenido desde algunas escuelas psicológicas, sino porque no fueron capaces de entender que no sólo necesitaban la religión, sino que también ayuda profesional, y en el camino, sucumbieron, y sólo se quedaron con un misticismo vacío de contenido.

Hay mucha literatura al respecto que muestra este fenómeno, que solemos achacárselos a religiones con tendencia extrema como los musulmanes, por ejemplo, sin mirar nuestra propia realidad cristiana.

Cuando es un líder de la iglesia el que abusa, es evidente que se siente como si fuera una violación extrema. Cuando además, en vez de recibir ayuda de la misma iglesia, se apoya al abusador y se acusa, como es común a la víctima, se termina en un cuadro lamentable, que provoca graves conflictos emocionales y espirituales. Así que entiendo perfectamente lo que expresas, siempre se espera que tus hermanos en la fe sean los primeros en condenar aquello que está mal, pero, lamentablemente no sucede así en muchas ocasiones.

Una pregunta incisiva

Tu pregunta es punzante, pero no deja de ser importante. ¿Cómo hace el pueblo de Dios para “perdonarlos porque no saben lo que hacen”?

Para empezar, creo que usas mal el texto. Sólo alguien como Jesús podía decir eso plenamente. Porque Cristo tenía la cualidad de conocer exactamente lo que pasaba por la cabeza de esas personas. Tú y yo, no poseemos esa cualidad, por lo tanto, no podemos saber exactamente cuando estamos frente a una persona que no sabe lo que hace. Para poder determinarlo se necesita tiempo y entrevistas de gente que sepa exactamente qué tipo de conductas son propias de algunos violentos y abusadores. En general, la gente no puede distinguir a un abusador de una persona normal, porque los abusadores además, suelen cuidar mucho su imagen social.

Luego preguntas, ¿cómo creer que no saben lo que hacen? Es cierto, en muchos casos no es posible evadir la realidad que saben muy bien lo que hacen y que esconden una realidad tenebrosa detrás de caras de circunstancia. Pero, llegamos a un punto donde no es posible hacer mucho, a menos que se haga conciencia en la comunidad religiosa de que no debemos admitir en ella a personas que no dignifican la predicación o la imagen de la comunidad, es lo que está expresado claramente por Pablo en 1 Corintios 5:1-13. Pablo es claro, sin embargo, también es necesario ponerlo en la balanza a la luz de 2 Corintios 2:5-11, donde el apóstol pone el equilibrio. Debemos poner límites, pero nunca al grado de que dichos límites terminen destruyendo a quienes han obrado mal.

En este asunto es difícil actuar y entender, porque al estar en medio del volcán es muy complejo comprender que también los victimarios pueden ser alcanzados por el evangelio. Por esa razón, no creo que tú, víctima de abusos, seas la llamada a ayudar a tu victimario. Lo más sano es que te alejes y dejes que otros, con otro tipo de experiencia, intenten llegar al que ha victimizado para, con la ayuda de Dios, ver si aún es posible hacer algo.

¿Qué hacer?

En el caso del abusado, es imposible que se pueda entender plenamente su situación, a menos que se haya, de algún modo, estado en sus zapatos. Pero, independiente de eso, hay algunas cosas que puedes hacer.

1. ALÉJATE DEL RENCOR O DEL RESQUEMOR. Han obrado mal, si, sin duda. Has sido maltratada por alguien que se suponía debía amar y ejercer un liderazgo, si, no hay ninguna forma de negarlo. No obstante, a todo el daño que has recibido puedes agregar uno peor, que con el tiempo puede convertirse en algo malsano. Si abrigas rencor, eso terminará por destruirte, y no será por tu agresor, sino por ti misma. Porque odiar no es imposición, es una elección. Si decides tener rencor, no lograrás convertirte en sobreviviente, sino que tu abusador habrá ganado, porque igual te habrá destruido. Eso nos lleva al segundo paso.

2. PERDONA. Sé que es difícil decirlo y hacerlo. Perdonar, no significa reconciliar. Es un lamentable error, creer que el perdón lleva necesaria y obligatoriamente a la reconciliación. El perdón significa dejar ir, no continuar atado al agresor, no permitir que te siga afectando su abuso, y no permitir que tenga teniendo control sobre ti. Si no perdonas, él gana, porque de alguna manera te mantendrá ligada a él. El perdón, especialmente cuando no hay arrepentimiento genuino, es un milagro que sólo Dios hace en nuestras vidas. Pero el perdón es liberador, porque no nos encadena al agresor.

3. AMA. Es lo más difícil. Pero aquí también tenemos un error, amar no significa reconciliación ni tampoco que te guste lo que te ha pasado, albergando sentimientos positivos. Amar es no pagar con la misma moneda, es no responder al mal con mal. Sabrás que amas, el día que dejes de desearle mal y optes por alejarte, pero sin albergar el deseo de venganza, porque eso, como dice el dicho “mata el alma y la envenena”.

4. CRECE. Eso significa tomar esto lamentable que te ha ocurrido como una lección de vida, de la que puedes extraer algunas lecciones valiosas que puedes aplicar en otros aspectos de tu vida. Para que sepas, sin intención de acusarte, sino sólo para que lo entiendas. Todo abusador necesita a alguien que se deje abusar. Algo ocurrió en tu vida, probablemente en tu hogar de origen, que creó las condiciones para que una vez casada, fueras abusada por el que prometió amarte. Incluso, es probable que algunas situaciones ya las viviste en el noviazgo y no hiciste nada. Así que examina, analiza, descubre, con la ayuda de libros o personas preparadas, para saber qué pasó, por qué fuiste elegida por un abusador. Los abusadores son como animales de presa, saben bien a qué víctima elegir, las eligen precisamente porque conocen su psicología y saben cómo manipularlas. Por lo tanto, aprende, para que nunca más vivas algo similar.

5. ENSEÑA. Al convertirte en sobreviviente, puedes utilizar tu experiencia para enseñar a otras personas a no caer en el juego macabro del abuso. Forma un grupo de autoayuda a donde invites a otras personas que han pasado por lo mismo, para que compartan experiencias y aprendan entre todos a buscar fórmulas para ayudar y ayudarse. Puedes hacer que esta experiencia maléfica, se convierta en una bendición para tantas mujeres y varones, que han sufrido lo indecible a manos de personas abusivas. Al ayudar a otros, te estarás ayudando a ti misma. 


6. DENUNCIA. El perdón no significa impunidad. No denunciar el abuso, es crear las condiciones para que el abuso se repita, o la persona siga abusando a otros. Muchos abusadores comienzan a ver una salida para sus vidas cuando tocan el fondo y reciben las consecuencias de sus acciones. Si alguien, de donde sea, hace algo que no corresponde, haz la denuncia donde haga eco y efecto, sólo de esa forma podrás salir adelante con la seguridad que se ha obrado en justicia. Perdonar, no significa, no encarar legal, social y eclesiásticamente a quien ha obrado mal.

7. CONGRÉGATE. Es cierto que muchas congregaciones no hacen lo suficiente, y otras son definitivamente tóxicas. Pero no todos los grupos religiosos son así. Hay muchas comunidades cristianas que son una red de apoyo fabulosa para ayudar al cansado, al abatido, al maltratado a quien ha sido herido en el camino. Busca una congregación donde te sientas cómoda, donde no haya acusadores, y quédate allí, porque la comunidad cristiana cumple la función de ayuda mutua, donde todos, de acuerdo a sus dones y talentos, colaboran para aliviar las penas y sufrimientos de quienes han padecido.

8. REFÚGIATE EN DIOS Y EN SU AMOR. No caigas en el juego de culpar a Dios por lo que ha pasado. Muchas personas abusadas se preguntan ¿dónde estaba Dios mientras abusaban de mí? La pregunta es capciosa, como si esperaran que Dios tomara al abusador y lo sacara del cuello de esa situación. Dios no controla la voluntad humana, ni de lo malo ni de lo bueno. En momentos de extremo sufrimiento, Dios ha estado colgado en la cruz diciéndote que comparte contigo tu dolor, y que ha hecho lo posible para que puedas mirar la existencia con esperanza. Dios es amor. No es manipulador, ni abusador, ni arbitrario ni tirano, como lo pintan, quienes usan la religión como una forma de opresión. Su infinito amor estuvo reflejado en la cruz. Crucificado, Jesús lloró tu dolor, porque supo que algún día serías abusada, pero también supo, que en su amor serías librada.


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Parálisis emocional

PREGUNTA

“Usted a menudo habla acerca de los hijos que han tenido una familia disfuncional, tengo 25 años, soy cristiana desde los 18 años de edad, mi madre se separó de mi padre cuando yo tenía 4 años, y se volvió a comprometer cuando tenía 6 años, para mí y mi hermana era muy confuso esa relación, no comprendíamos muy bien, a mi padre lo veíamos todos los meses hasta cumplir los 16 años. A mi madre le fue muy mal con esa relación, hemos visto violencia física y verbal. Ella tuvo tres hijos con este hombre y se volvió a separar de él cuando yo tenía 14 años. Durante ese tiempo que vivieron juntos, hemos pasado muchas cosas feas, mi madre guarda mucho rencor. A mí y a mi hermana mayor nos ha ayudado mucho el habernos acercado a DIOS. Le cuento esto porque tengo miedo a una relación. Cuando alguien se me acerca con intenciones de formar una relación, trato de huir, y si me gusta, averiguo acerca de su vida, y me desanimo al ver que tiene errores o que también viene de una familia con problemas, aunque no necesariamente disfuncional, pero veo que también ha habido violencia de padre a hijos. ¿Qué puedo hacer? Necesito un consejo”. 





RESPUESTA

Apreciada amiga:

Lástima que estés sufriendo lo que vives en este momento. Es difícil no contestar sin sentir que de algún modo, todos estamos reflejados en lo que planteas, de un modo u otro, porque no hay familias perfectas, hay algunas mejores y otras peores, pero no perfectas.

Los recuerdos que nos marcan

La memoria es un mecanismo extraordinario. Nos permite recordar informaciones que quedan registradas de una manera maravillosa, a veces, viniendo en los momentos menos esperados y en asociación a olores, música o situaciones que nos disparan al pasado.

De todos los momentos que acumulamos en la mente, lo más complejo es el recuerdo emocional. El que de un modo u otro, situaciones del pasado estén constantemente atizando emociones que están allí latentes para salir en el momento en que menos lo esperamos.

Viviste situaciones traumáticas. El divorcio de los padres, especialmente, cuando se realiza en términos destructivos, deja huellas que nos acompañan el resto de la vida, y nos hacen daño si no son tratadas a tiempo. Luego, el haber vivido en un ambiente teñido de violencia, seguramente dejó marcas en ti que difícilmente se borrarán de la noche a la mañana.

El gran problema no es constatar el hecho, sino aprender a interactuar positivamente con lo que nos ha pasado, ese proceso se llama sobrevivencia y demanda todo un proceso largo de resiliencia.

La resiliencia y los recuerdos

Si me vieras mi brazo izquierdo sabrás que algo muy grave me pasó. Tengo cuatro grandes cicatrices y el brazo chueco. Con los años, me parecen tan normales mis cicatrices que no tengo problemas con usar camisas manga corta. A menudo los niños me preguntan qué me pasó y miran las cicatrices son una cara entre curiosos y espantados. En general, no las siento, a menos que las roce o que se me hiele el brazo y me de mucho frío.

Tomando esto como analogía, sabrás que estás completamente sana el día en que puedas contemplar tus cicatrices y no sentir lástima de ti misma. Pasará que te olvidarás que existen, pero en algún momento alguien te rozará algún recuerdo, y volverás a estar consciente de que allí están al acecho, pero, si sanas, no te molestarán como en algún momento pasado.

Aunque no lo creas en muchos aspectos tú eres una resiliente y una sobreviviente. Has logrado sobreponerte a la mayoría de los efectos adversos del divorcio y de la violencia. Al menos, a los 25 años no has repetido el modelo de tu madre, y eso, en sí mismo es una gran victoria.

El miedo que nos paraliza

El problema es otro. Muchas personas que han vivido lo que te ha tocado a ti, sufren de un miedo patológico a vivir experiencias similares a las que vivieron en la niñez. El miedo paraliza, no ayuda, al contrario, tiende a crear condiciones para que las personas tiendan a repetir aquello mismo que temen.

Por eso el primer paso es vencer el miedo. No es fácil, pero es posible.

El psiquiatra Sergio Peña y Lillo habla de la “contaminación del presente con el pasado”. La realidad es que un minuto pasado es tan antiguo como la más antigua de las pirámides. Sin embargo, muchas personas sigue repitiendo esos recuerdos poco felices de manera permanente, como si fuera una película que se emite una y otra vez.

Muchos viven con la cabeza hacia atrás y no hacia adelante. Viven creyendo que lo que han vivido es lo peor y no hay manera de mirar el futuro con esperanza. Es una especie de “exceso de memoria negativa” y eso se convierte en un impedimento para gozar plenamente el presente. Responden muchas veces a los desafíos de la vida actual con normas viejas y con supuestos que ya no son útiles ni válidos. De allí que la respuesta que se da en dichas circunstancias carezca de originalidad y frescura.

Es preciso que te concentres en el presente y pienses que lo mejor está por venir, has avanzado de una manera extraordinaria, y no puedes quedarte en el miedo, de otro modo, no podrás concretar lo que anhelas.

El riesgo de una relación

Siempre una relación es riesgosa, pero se pueden tomar algunos resguardos para evitar caer en la situación que más temes.

Tienes que saber que si bien has superado mucho, eres candidata a elegir mal por carecer de un modelo adecuado, como es el caso de tu madre, sin embargo, si te concentras adecuadamente, es posible que puedas encontrar a alguien que te permita salir de ese ciclo destructivo en el que has vivido.

¿Qué hacer?

1. Haces bien en alejarte de posibles candidatos cuyas familias de origen han tenido los mismos problemas que tú has tenido. Sin embargo, debes saber que no encontrarás nunca a alguien perfecto, sin ningún daño y que tenga todas las cualidades. Los “hombres perfectos” sólo están en los cementerios y en los cuentos de hadas. Pero es importante que entiendas que si te unes a alguien con problemas similares en sus familias de origen a los tuyos, será muy difícil que se puedan ayudar mutuamente, porque probablemente tendrán los mismos daños emocionales.

2. Comienza a interactuar con jóvenes de tu edad, diciendo de manera explícita que buscas a un compañero. Muchas mujeres temen revelar sus verdaderos sentimientos, por el mito de que el que debe acercarse es un varón y la mujer debe asumir una actitud pasiva. Eso era para el medievo y la era de los juglares del romanticismo, estamos en otro momento y es preciso que te hagas cargo de ti misma.

3. Busca a alguien cristiano, porque unirse a una persona que no tenga tus mismos valores va agregar un problema adicional a todo lo que has vivido.

4. Procura pedir consejos en el momento en que alguien se interese, para conocer su familia de origen y para no cometer errores producto de la ansiedad.

5. Por último, si no puedes manejar la ansiedad y eso impide que puedas acercarte a alguien, pide ayuda psicológica con alguien cercano que pueda hacer una terapia corta, pero donde puedas acceder de manera rápida.

Conclusión

Nunca ha sido fácil ni lo será en el futuro el buscar pareja. Es evidente que para personas que han sufrido situaciones similares a la tuya, hay una especie de parálisis emocional que impide encontrar a alguien, porque el miedo paraliza y no ayuda a pensar de manera ponderada. Sin embargo, siempre es posible superar eso no sólo con la ayuda de Dios, sino también con especialistas que puedan guiar en el proceso.

Espero que me vuelvas a escribir, esta vez para decirme que me invitas a comer torta de bodas.

Un abrazo


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Madre, no amiga


PREGUNTA 

“Tengo una hija de 13 años. Estoy angustiada, no sé en qué me equivoque, ella está muy rebelde, me contesta, me falta el respeto, igual a su papá. No quiere ir a la iglesia pero ahora encontró una amiga en la iglesia, una niña de su edad que va con su hermana y cuando llegan a la iglesia cada una se va por su lado. La niña es inquieta, le gusta estar molestando a los varones, no es reverente en la iglesia, no quiere obedecer a los diáconos, no se sienta, se levanta con el pretexto de ir al baño, y mi hija la sigue y también hace lo mismo que ella. Las otras madres de la iglesia no quieren que sus hijas se junten con la niña, pero yo no he podido lograr eso y siento que también a mi hija la miran mal. No sé cómo solucionar este problema pero también sé que esta niña inquieta no tiene el privilegio de tener padres cristianos y que la estén corrigiendo. Yo hablo con mi hija pero ella quiere hacer lo que quiere. Quisiera ayudar a esta niña pero no sé si estaré haciendo lo correcto. Quisiera hablar con su hermana mayor para corregirla y orar juntas, pero tengo temor porque tal vez no me deba entrometer y solo preocuparme por mi hija. ¿Qué es lo correcto? ¿Cómo debo actuar con amor cristiano?
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Planificación familiar responsable


PREGUNTA

"Soy psicóloga cristiana, a menudo me preguntan sobre planificación familiar, aparentemente en muchas iglesias este es un tema tabú que no se enseña en la gran mayoría de las congregaciones. He visto que algunos incluso se niegan a siquiera tratar el tema. Lo único que he escuchado es que lo recomendable es el método natural del ritmo. Quiero tener claridad en el asunto para orientar a mis pacientes y hermanos en la fe. Le agradezco alguna orientación".


RESPUESTA

Apreciada amiga:

Los mitos tienen la virtud de proliferar en el tiempo y volverse consuetudinarios, es decir, convertirse en dogmas que las personas se niegan a discutir. Lo que hay en el fondo de estos miedos a los métodos anticonceptivos son una serie de ideas que no sólo no tienen asidero en la Biblia sino que además, introducen sesgos peligrosos, que lo único que hacen es traer dolor y sufrimiento a las personas.

El mito de los hijos dados por Dios

El primer mito que hay que enfrentar es la idea de que los hijos los envía Dios. Es común escuchar a la gente decir, "el hijo que Dios me dio" o frases semejantes. Bajo ese prisma, se enseña que los hijos son "enviados" por Dios y que hay que aceptarlos sin más y sin poner ninguna traba para recibir dicha "bendición".
Lo interesante es que en ninguna parte de la Biblia aparece idea semejante. Lo único que la Biblia sugiere es que los hijos son "herencia de Jehová", entendido en el contexto hebreo, la expresión herencia es una idea que no tiene contraparte en el pensamiento occidental. Herencia en el mundo antiguo se entendía como una responsabilidad que alguien recibía de administrar bienes que le pertenecían al que había muerto. Esto se hacía como una medida de protección social con la prole y descendencia del que moría. El que se hacía cargo de una herencia debía administrarla a nombre del que la había entregado, asumiendo todo lo que eso implicaba en términos de pagar compromisos, atender la descendencia y administrar para que los bienes no se perdieran.

El texto de Salmo 127:3 toma esta analogía y lo aplica a los hijos, en el entendido que debemos cuidar de lo que hemos recibido... ¿qué cosa provee Dios? La vida, como don, pero él no decide sobre la procreación.
Si Dios enviara los hijos, entonces, sería un Dios injusto y arbitrario. Le daría hijos a mujeres drogadictas y alcohólicas, y no a personas responsables que hacen un tremendo esfuerzo físico y emocional para tener hijos y no se embarazan. Estaríamos frente a un Dios, por decir lo menos, caprichoso, que no hace bien su trabajo de elegir la mejor madre para los hijos que entregaría. ¿Cómo entender además que la gente más pobre tiene más hijos de los que realmente los pueden cuidar? Se necesita sólo un poco de inteligencia para saber que esa forma de encarar el asunto no es correcta.

¿Qué da Dios? La vida, pero no es el que engendra ni procrea. La responsabilidad es exclusivamente de las parejas que eligen tener hijos dentro de sus posibilidades. 

Fue en la Edad Media donde este mito tomó fuerza, se necesitaba obra de mano y gente para la guerra, por lo tanto, cualquier impedimento para aumentar la población fue visto como una acción políticamente incorrecta. De allí al mito sólo hubo un paso. Bastó que a alguien se le ocurriera que los hijos los envía Dios y que si se impide su nacimiento, se estaría estorbando "la voluntad de Dios". Han pasado siglos, y aún hay gente que piensa lo mismo.

Lástima que exista este pensamiento que incluso llena de sentimientos de culpa a muchas parejas estériles que se ven anegadas de culpa al creer que no están siendo bendecidos por Dios porque no les "da" hijos. 

El mito de la función procreadora del matrimonio

Fue también en la época medieval donde, paralelo al impedimento de la anticoncepción, se introdujo la idea de que la única razón para la existencia del matrimonio era la procreación. Sin embargo, cuando se lee la Biblia con cuidado los hijos no son pensados como "obligación" sino como "bendición". 

Si hiciéramos caso al mito, entonces, una vez que una pareja tuviera hijos no tendría razón para seguir existiendo como tal y debería separarse. Por otro lado, si el mito estuviera en lo cierto, cualquier relación sexual que no tuviera el propósito de procrear estaría restringida y sería un error.

Lo cierto es que en algunos momentos de la historia se enseñó esa idea absurda. Se animaba a las parejas a separarse, porque ya habían cumplido con su deber de procrear, en el fondo, se sospechaba de la sexualidad, así que se suponía que si tenían relaciones sexuales sin el fin expreso de procrear entonces estaban pecando. 

El matrimonio no existe para procrear hijos, si así fuera, estaríamos condenando al divorcio a aquellas parejas que no han podido tener hijos, tal como en algunos momentos de la historia el catolicismo ha hecho, animar al divorcio a quienes no han "cumplido" con su deber de procrear.

Por esa razón el catolicismo ha vendido la idea de que los preservativos deben ser combatidos, porque impedirían la concepción. Como la única razón del matrimonio sería, supuestamente, la procreación no se aceptaría la relación sexual por sólo placer, de allí, de paso, que esta práctica defendida hasta la majadería, ha hecho que en muchos lugares las enfermedades de transmisión sexual hayan proliferado más.


El matrimonio existe en primer lugar para que el varón y la mujer no estén solos, es decir, según Génesis 2:18, los seres humanos no pueden vivir en soledad, por esa razón, la pareja aparece como el plan divino para superar esa condición humana básica. Por otro lado, los hijos vienen para irse, son como dice el salmista en Salmo 127 "saetas" que están para ser "lanzadas" fuera del nido.

Siguiendo esta lógica, la razón de ser del matrimonio no está vinculada a los hijos, sino a la relación de pareja que crece en términos de compañerismo, ayuda mutua y equilibrio (Génesis 2:18).

El mito de los microabortivos

Como se ha querido limitar y controlar la anticoncepción, la iglesia popular, ha insistido hasta la majadería en la idea de los microabortivos. Por esa razón, no aceptan los anticonceptivos y promueven la idea del método natural, como única fórmula para evitar embarazos.

La realidad, es para que el llamado método natural funcione, se necesita una mujer muy regular y que además tenga la suficiente constancia para estar midiendo su temperatura corporal, para de esa manera, poder controlar exactamente el momento en que puede tener relaciones sexuales. Siendo pragmáticos, eso es casi imposible. Creo que para lo único que sirve el método natural es para aumentar la población y tener más y numerosos embarazos no deseados.

Es cierto que existen microabortivos, pero en la mayoría de los casos lo único que hacen los anticonceptivos es impedir la concepción, nada más. Crear a partir de allí el mito de que "todos" los anticonceptivos son microabortivos, es simplemente, ignorancia.

La realidad de la planificación familiar

Es un acto de irresponsabilidad ética y moral, traer un niño sin tener las condiciones adecuadas para atenderlos. 

Dios nos ha dado voluntad, no sólo órganos sexuales. Ha provisto al ser humano de inteligencia para ser capaz de elaborar criterios para poder vivir la vida de una manera ordenada y con equilibrio. No hay nada de orden en traer uno y más niños, para perpetuar la pobreza, la enfermedad y el sufrimiento.

Se deben tener hijos en el momento en que las parejas estén en condiciones de hacerlo. Para tener hijos, una pareja sabia que recién se casa, dejará pasar al menos dos o tres años, puesto que ese es el tiempo que más o menos necesita una pareja sana para aprender a vivir juntos, para adaptarse y desarrollar una dinámica que cree las condiciones para un hijo.

Luego de eso están en condiciones de traer un niño, cuando se den las posibilidades ciertas de tener los recursos, el lugar y las posibilidades. Para hacer eso es preciso planificar la familia.

No existe planificación familiar sin métodos anticonceptivos. Sin embargo, no se trata de que vaya a la farmacia y compre el primer anticonceptivo que me sugieran. Cada mujer es diferente, por lo tanto, cada persona tiene que ser evaluada por un profesional de la salud para que determine qué tipo de anticonceptivo se adecua mejor a sus características personales, lo que incluye conocer enfermedades previas, condiciones de salud generales y resistencia o no a algunos medicamentos. Tan nocivo como no utilizar medios anticonceptivos, es auto medicamentarlos. Es preciso ser guiado por un especialista.

Conclusión

Usar métodos anticonceptivos no es optativo, es una obligación moral. Toda persona que realmente aprecie la vida y entienda el significado de formar a una persona, comprenderá la importancia de utilizar métodos anticonceptivos.

Educarse, asistir a charlas, leer, informarse, sobre métodos anticonceptivos, es un imperativo ético. De otro modo, lo único que lograremos será perpetuar el nacimiento de niños que no deberían haber venido, al menos, en las condiciones en que muchos se encuentran.


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